Nuestra cultura y costumbres, heredadas de los gringos, en buena parte, nos hacen que vivamos la vida aceleradamente.
Desde las primeras horas, comenzamos el día a las carreras. Todo es vértigo y prisa. Todo es ajetreo y andar de aquí para allá, porque según nosotros no nos alcanzan las horas del día.
Esa es una pésima costumbre que altera nuestro organismo y de manera especial nuestra mente. Nos hace cometer errores con mas facilidad y no aprovechamos los alimentos, porque casi no los masticamos, porque queremos salir corriendo a hacer cosas pendientes.
Pero, ¿quién dijo que las cosas tienen que ser así? Nadie, nosotros somos los que nos las imponemos de esa forma.
Recuerdo, a este respecto, que a mi padre, mi madre le tenía que calentar la comida varias veces, porque comía tan pausadamente que se le enfriaba.
Sostenía que esa era la forma correcta de comer. Que sólo los animales se pasan la comida casi sin masticarla.
Las costumbres extranjeras impusieron la moda de la comida rápida, que si bien es muy práctica, por lo común no es nutritiva y nos lleva a devorarla, más que a comerla.
Los franceses tienen una palabra para denominar el que una cosa debe ser lenta; ellos dicen: "doucement".
Saber disfrutar o degustar la comida, como cualquier otro placer, es fundamental para vivir bien.
Pero nosotros, para todo llevamos prisa. Para dejar a los niños en la escuela, para llegar al trabajo en donde todo es urgente y debió "estar listo para ayer"; para tomar un café o platicar con los amigos.
Y corremos para qué, para llegar a la tumba, porque de ahí no pasaremos.
Por eso me gusta la frase esa que reza: "Hice un acuerdo con el tiempo. Ni él me persigue ni yo huyo de él. Un día nos encontraremos".
Esa afirmación de que "el tiempo es dinero", condiciona nuestro actuar. Y como también se afirma, nos pasamos buena parte de la vida tratando de conseguir dinero y en ello empeñamos nuestra salud y luego gastamos el dinero que conseguimos para recuperar la salud. No tiene sentido.
Tenemos que aprender a disfrutar la vida, a vivir despacio, sin apresuramientos.
Esta nueva tendencia, ha alcanzado ya un nivel internacional.
Incluso, los americanos, tan dados a vivir aceleradamente, reconocen que es bueno volver al origen, a la vida de las granjas, a los cultivos caseros y a la producción doméstica libre de contaminantes.
La vida lenta se puede aplicar a todo: A la comida, a los viajes, a la moda y hasta a la forma de tener relaciones sexuales.
No es en sí una moda, sino una filosofía de vida, para evitar los problemas que causa el estrés y la vida agitada en la que nos hemos visto envueltos en los últimos años, por andar imitando otras culturas.
No tenemos por qué correr o vivir aceleradamente. Nadie se beneficiará con ello y nosotros sí nos perjudicaremos mucho.
Eso no significa que caigamos en la irresponsabilidad o dejemos de hacer las cosas que son nuestra obligación. Simplemente cambia el ritmo de vida, porque adoptamos otra velocidad.
Antes las personas vivían más sanamente. Ahora tenemos más formas de combatir las enfermedades, pero menos calidad de vida y eso no es lógico.
Aprovechemos los adelantos de la ciencia y la técnica, pero en nuestro beneficio, sin volvernos esclavos de ellas.
La vida es una danza lenta, en la que podemos participar sin agotarnos o estresarnos.
La vida nos fue dada para disfrutarla, no para encadenarnos a ella.
Aprendamos a vivir a nuestro propio ritmo y no al de los demás. Sólo así, podremos pasar felizmente por este mundo.
Por lo demás, "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".