El mal ejemplo lo puso Hugo Chávez. Con su mezcla de demagogia, autoritarismo y fanfarronadas, todo ello lubricado con los dólares producto del petróleo, cilindreó a otros líderes latinoamericanos de tendencias izquierdistas, convirtiéndolos en sus aliados en la búsqueda de una abstracción que él da en llamar "el sueño bolivariano"
Como parte de esta estrategia, los caudillos populistas latinoamericanos no pierden oportunidad de mostrar su solidaridad y unidad en cualquier ocasión que se les presenta. A veces de maneras totalmente delirantes, como cuando Chávez prometió el envío de tropas venezolanas a Bolivia ¡en caso de una invasión norteamericana! Más frecuentemente, reuniéndose y dejándose retratar por cualquier pretexto.
Una de esas oportunidades se presentó hace unos días, cuando para los festejos del aniversario de la independencia del Ecuador, se reunieron en ese país Chávez; el presidente del país anfitrión, Rafael Correa; y Evo Morales, presidente de Bolivia, que de hecho llegó sin que se le esperara. A lo mejor supo que había canapés, y supuso que sus compañeros bolivarianos no le iban a negar ese caprichito. No, si el hambre es canija
Como era de esperarse, los mandatarios proclamaron su determinación de crear una Latinoamérica distinta, a partir de la construcción de lo que ellos llaman el Socialismo del Siglo XXI, que sigue sin quedar claro en qué consiste, pero que en el nombre lleva la fama: el socialismo del siglo XX, al menos en su vertiente autoritaria, fue un fracaso. Y entonces uno se pregunta por qué le siguen haciendo caravanas y exaltando como ejemplo al decrépito tirano Fidel Castro. En fin, la congruencia no es el fuerte de estos señores.
El problema es que, según declaró Correa, ese proyecto se enfrenta a grandes obstáculos. Y uno de ellos es la prensa electrónica y escrita, que con frecuencia se opone a sus desvaríos. De manera tal que anunció que pedirá a la Unión de Naciones de Sudamérica que se legisle al respecto a nivel continental. Que haya un ataque frontal a los medios dominados por la oligarquía que se rehúsan a aceptar la marcha triunfante y vigorosa de la revolución bolivariana.
Por supuesto, el que un presidente proponga una legislación internacional que coarte la libertad de prensa, permitiendo sólo las noticias que sean del agrado de los líderes autoritarios, es algo que provoca escalofríos. Pero que la reacción a estas sinrazones haya sido tan tibia, es un motivo todavía mayor de preocupación. En todo caso, la libertad de expresión sigue estando sometida a sitio en nuestro subcontinente. Y las cosas no parecen sino empeorar.
Y a propósito: toda nuestra solidaridad con la familia y compañeros de Eliseo Barrón Hernández.