El pasado viernes 24 asistimos a dos eventos en Palacio de Gobierno en los que se hizo expresa y manifiesta la unidad política del Estado de Coahuila; allí estuvieron seis ex gobernadores y el actual, Humberto Moreira Valdés, quien convocó a la reunión con motivo de la inauguración del Museo de Palacio, en que se reseña la historia de Coahuila y la de los gobernadores que han hecho posible su progreso y desarrollo.
Quizá suene extraño o novedoso a los oídos de nuestros lectores, pero debemos reconocer que libertad, independencia y soberanía han sido vocablos usados en los dos últimos siglos como simples ripios, palabras vacuas que parecen no decir nada, pero como suenan culteranas se usan para presumir lo que no tenemos. Ahora, precisamente, vienen a colación, pues el país anda en el trance de reivindicar el derecho de las entidades de la República a usarlas como blasones en los escudos oficiales: libertad para elegir, independencia para decidir y soberanía para resolver nuestros problemas internos y, a la larga, construir nuestro destino.
El reto de concretar en los códigos de derecho lo que antes era abstracto ser responsabilidad de los gobernadores de los estados confederados, que están ahora en la precisa coyuntura de desaparecer el estilo del viejo presidencialismo autócrata, centralista e inconsulto que nos gobernó durante tantos años, aunque los más pesados hayan sido los últimos.
Hoy se demanda el funcionamiento de un sistema federal, democrático y equitativo, condición sine qua non de la constitución republicana y liberal que vamos a celebrar en su bicentenario. Que instaláramos un verdadero equilibrio de poderes sería un homenaje bienvenido.
Los hechos dicen más que las palabras: la presencia de seis ex gobernadores de nuestra entidad, convocados por el actual mandatario coahuilense, Humberto Moreira Valdés, para inaugurar el bello Museo del Palacio, en la víspera del 432 aniversario de la fundación de Saltillo, resultó ocasión de reflexionar sobre los avances democráticos de nuestro sistema político, económico y social.
Quien hizo acercamientos al tema fue el ex gobernador Rogelio Montemayor Seguy, al leer un discurso de buen diseño, clara y valerosamente expresado: "Hoy toca al gobernador Moreira cumplir su responsabilidad en un momento difícil de la patria, un difícil momento del país, que sin duda afecta a nuestro Estado (...) en una crisis que llegó de afuera pero que ha puesto en evidencia muy graves debilidades en la economía nacional (...) que se manifiestan en el hecho de que en (los últimos) 10 años el crecimiento económico de México ha sido prácticamente nulo, generando con ello un déficit acumulado de empleos que faltan (...), más de seis millones de mexicanos han tenido que buscar oportunidad laboral en otro país o en otras actividades, a veces de naturaleza ilegal y en consecuencia la pobreza, lejos de disminuir se incrementa y se acrecientan las desigualdades".
Es por esta circunstancia que el consenso ciudadano del país valora con preocupación las presentes circunstancias económicas del Estado y de la República, originadas por un inicuo sistema tributario federal con morbosa dependencia del recurso petrolero. Además existe en el Gobierno Federal una incapacidad manifiesta del Partido Acción Nacional para administrar y gobernar al país, y en esto sufren las consecuencias los gobiernos estatales y municipales de todo México.
Tensión social ante la inseguridad pública, inestabilidad de la economía, sobregiro político agregado a un oneroso sistema electoral, un dispendioso sistema judicial y el par de corporaciones legislativas de más alto costo económico, cuyos líderes jamás han mostrado el menor escrúpulo para incrementar y cobrar sus dietas e inventar nuevas exacciones presupuestales, todo esto tiene a la gente al borde de una indignación histórica.
Como en las anteriores crisis económicas y sociales la solución no se va a deslizar hacia abajo desde el punto más alto de la pirámide; como en todo movimiento social el grito vendrá del sitio donde verdaderamente duele, en la amplia base demográfica donde haya quien, o quienes, comprendan necesidades y angustias. Así surgió la revolución democrática de Francisco I. Madero y así también devino la convocatoria a restablecer el orden constitucional roto por el magnicidio del presidente Madero a manos del ambicioso Victoriano Huerta.
Sí, bien lo sabemos y entendemos: estos ya no son tiempos de revoluciones, sino de elecciones democráticas y así deseamos que sigan. Sólo que cuando la sordera de los gobernantes deja de escuchar las voces de inconformidad del pueblo, no se sabe cómo, no se sabe dónde, no se sabe quién, pero siempre habrá alguien que oiga a la gente.