Llevan al santos en la piel
Nostalgia deja el Estadio Corona en los seguidores del Santos, que a pesar de todo, siguen al equipo a donde vaya.
“Yo traje hasta mi pañuelo, es que sí se siente feo porque aquí hemos vivido”, decía la señora Miranda Navarro, sentada en las gradas de Sol, detrás de la portaría Sur, en el hoy extinto Estadio Corona.
“Hemos llorado y hemos reído por los campeonatos. Siempre vengo con mi esposo y con mis hijos”, platica emocionada... con los sentimientos encontrados. “Vengo de hace como… desde que empezaron los juegos, desde Segunda División. Siento en el corazón algo así como tristeza, porque aquí estamos más ‘cerquitas’ de mi casa, y allá (el TSM), se me hace un estadio como que muy grande. Aquí nos acostumbramos. Vimos a Adomaitis, Matturano, incluso cuando jugaba “La Cotorra”. Que casi nadie veía el juego, pero yo venía a verlo”, dice la aficionada, quien se dice que “siempre me ha gustado (el futbol) luego mi hijo entró al Santitos. Estuvo en Tercera y Segunda División. Yo los sigo y a veces voy afuera, a Monterrey. Vi todas las finales. Aunque sea amontonada”.
Como recuerdo de su última vez en el Coloso de Las Carolinas, puede platicar que casi la “asfixiaron” para conseguir el boleto para el partido contra Pumas; “la misma gente me llevaba, pero no me salí de la fila hasta que conseguí los boletos”.
Al estadio siempre la han acompañado su esposo y sus hijos, como ella misma relata. “Él es de Culiacán, le gustaba el beisbol, pero yo le dije que aquí puro futbol y puro Santos”, dice sobre Miguel Ángel Vizcarra, su compañero de vida y afición.
“Soy hermano de Roberto Vizcarra, beisbolista de toda la vida, pero ya puro Santos”, cuenta el hombre.
DÍAS INOLVIDABLES
Al igual que ellos, el llamado “Komandante” sintió nostalgia en lo que fue el último partido del Corona, luego de acompañar al equipo “toda la vida, desde Segunda División”.
“(Se siente) pura melancolía, tristeza, está cab... Llegué aquí siendo un niño, venía con mi hermano, nos veníamos en camión. Le decíamos a mi papá que nos íbamos a meter a Sombra para que nos diera más ‘feria’, y nos metíamos a Sol. Vi pasar los días, los años. Ahorita en retrospectiva, es mucha melancolía y tristeza. Porque aunque hay un estadio nuevo por llegar, este es mi estadio, en el que he vivido todos los campeonatos, todas las glorias, las tristezas. Nos embarga una tristeza que no tienes idea de cómo se siente. A fin de cuentas es una muerte anunciada de nuestro querido Estadio Corona”.
Ante el inminente fin de la famosa “Casa del Dolor Ajeno”, Salvador Perales sabe que “hoy tenemos permiso de llorar todos. Yo estoy muy emocionado, como cuando te emocionas cuando algo que quieres mucho se va a ir, no es como una novia, es más allá. Algo impresionante. Duele, pero también te da cierta alegría porque le vamos a agradecer, es raro lo que se siente. Claro que da ilusión un nuevo estadio, más cómodo, más digno para la afición. Es distinto. Ahorita es más tristeza que emoción.
“Me gustaría que lo cremaran y nos dieran un poco de cenizas. Un pedazo de cemento. De pasto. Los tubos donde yo estuve a punto de tropezar, pero que nunca me caí, yo me los quisiera llevar a mi casa”.
Sobre el fuego que prende antes del inicio de cada encuentro explica que “es una conexión del Corona con Dios, es la forma de acercarnos a Dios”; y sobre el porqué está tan familiarizado con el entorno, dice: “no por bueno ni por malo me conocen, sino porque aquí estoy siempre”.
DE PIEL VERDE
Grabiel lleva los colores arraigados. “Vine desde Segunda. Ahora siento emoción y tristeza. Emoción porque vamos a estrenar el TSM y tristeza porque quieren desaparecer este estadio. Debería ser una institución para impulsar el deporte a los jóvenes y a las personas mayores. (El ambiente) es muy emocionante ahorita, da alegría ver a tanta gente de nuestra comarca lagunera. Es una alegría enorme”, cuenta.
Gabriel se pintó el cuerpo entero para el último partido. Dice que quiere demostrar que Santos tiene a gente con la camiseta bien puesta. Y así hay aficionados, que sin importar en dónde jueguen, ellos llevan su pasión verdiblanca tatuada, demostrando que sí hay cosas para siempre.