El presidente de la FIFA inauguró el primer centro 'Football for Hope' en Khayelitsha, uno de los barrios más pobres de Sudáfrica. El centro pretende educar a los jóvenes a través de los valores del futbol. (AP)
Es lo más parecido a un gheto. Uno de esos lugares que alteran la conciencia y ponen un nudo en la garganta. Khayelitsha es una enorme barriada de casuchas a las afueras de Ciudad del Cabo, donde dos millones de personas, casi la mitad de ellos menores de 19 años, conviven con las drogas, la delincuencia, el desempleo y el Sida.
En Khayelitsha, en el corazón de la Sudáfrica más pobre, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, inauguró ayer el primer centro "Football for Hope" (Futbol para la esperanza), una escuela que pretende educar a los más jóvenes a través de los valores del deporte general y el futbol en particular.
Este centro es el primero de los 20 que la FIFA se comprometió a abrir en todo el Continente Africano con motivo de la Copa del Mundo de futbol de Sudáfrica en 2010.
Khayelitsha significa nueva esperanza en el idioma isixosa y es el segundo barrio de este tipo más grande de todo el país, sólo por detrás del famoso Soweto.
Además de Blatter, acudió a la inauguración la estrella de la selección de futbol sudafricana, Lucas Radebe, entre otros invitados. Un fuerte dispositivo policial vigiló el evento.
"Estamos felices de que vengan aquí y nos miren a la cara", dijo Oupa Masondo, un vecino de 36 años. "Vivir aquí es difícil. Hay robos, asesinatos, muerte".
Masondo vive sin luz y sin agua corriente y desplazarse a la ciudad le cuesta casi una hora y demasiado dinero. Por la noche, asegura, es demasiado peligroso salir.
Es la otra cara del país que organizará la Copa del Mundo. Sudáfrica enterró hace tiempo el apartheid y la exclusión racial, pero, como dijo el ex presidente Nelson Mandela, todavía queda mucho camino por recorrer para acabar con las desigualdades sociales.
Y quizá, en ese objetivo, juegan un papel esencial los niños. En Khayelitsha, el 40% de sus habitantes tienen menos de 19 años. El Gobierno sudafricano ha invertido en viviendas, en salud y en escuelas, pero no siempre es suficiente.
Los niños corretean por todas las esquinas de las calles de arena de la ciudad, mientras posan con la mejor de sus sonrisas, despreocupados, ante las cámaras de los medios de comunicación. Se puede ser feliz sin tener nada.
"Es importante ayudar a los niños", explicó Yandise Sakathi, una joven de 17 años. "Para ellos, para nosotros, es difícil salir adelante aquí".
Precisamente, el centro construido por la FIFA está enfocado a la educación infantil. Se trata de un edificio de unos 200 metros cuadrados, que incluye un pequeño campo de futbol de hierba artificial.
Es uno de los legados que Sudáfrica quiere que deje el Mundial del año que viene. En concreto, el centro de Khayelitsha está gestionado por Grassroot Soccer, una ONG fundada en Zimbabue por futbolistas profesionales.
Lihne Bonkolo tiene 12 años y es uno de los alumnos del centro abierto por la FIFA. Hace unos años, relató, un hermano de su abuela murió a causa del Sida. "He aprendido que no puedo tratar a nadie mal por tener Sida y que es importante protegerse en las relaciones sexuales", explicó Bonkolo.
"El futbol es divertido y aprendemos más. Nos enseñan cosas", admitió.