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Lo pedagógico en la formación de competencias

ROLANDO CRUZ GARCÍA

Desde la década de los ochenta se manifestó en México y en otras regiones del mundo, una seria preocupación por vincular la educación con el desempeño profesional, pues quedó demostrado que el criterio de "años de escolaridad" con el que venían manejando las metas de la educación, en la cual se omitían referencias a la obtención real de competencias, habían derivado en una idea por demás equivocada: el incremento en los grados de escolaridad permitiría mejorar automáticamente los niveles de bienestar de las personas.

Con la preocupación anterior apareció una amplia discusión y un análisis acerca de la necesidad de lograr que los propósitos y resultados de la educación no sólo sean ejercicios de planeación institucional, sino que efectivamente permitan que los individuos encuentren en ella una formación que favorezca su desarrollo integral y que esto se traduzca en una posibilidad real para que puedan incorporarse a la sociedad contemporánea.

Para la educación básica y para la educación de los adultos, por ejemplo, hay una clara tendencia a relacionar los contenidos y propósitos de la educación con lo que se ha denominado las necesidades básicas de aprendizaje y las competencias básicas para la vida. Es indispensable tener en cuenta la valoración que hacen los propios individuos de lo que les ofrece la educación.

Existe incluso un paradigma importante al respecto: los procesos de calidad los realizan personas de calidad; de ahí lo fundamental de formar individuos bajo esta perspectiva. En este sentido, algunos estudiosos del tema proponen que para incidir en el mejoramiento de la calidad de la educación, no basta con plantear cambios en los factores endógenos, como serían los materiales educativos o la capacitación de los profesores, sino que es indispensable atender también a factores exógenos que están asociados con la relevancia de los contenidos y los resultados frente a las necesidades y demandas del desarrollo social; además de los retos del sector laboral, productivo y de servicios.

También en la educación universitaria, se están cuestionando fuertemente las relaciones entre la formación que se ofrece y las necesidades sociales y laborales para el desarrollo económico de cada región y de cada país. La educación tecnológica no escapa a esta preocupación por atender de mejor manera las necesidades de los individuos y del desarrollo y por lograr que los resultados de la educación se traduzcan en cambios en el desempeño de las personas.

Este ámbito de la educación es el más propicio para desarrollar experiencias en las cuales el desempeño sea un eje fundamental de la formación que se ofrece. La estrecha relación que debe existir entre la educación tecnológica y el trabajo, parece facilitar la identificación del desempeño deseado, expresado en términos de competencia.

Para recuperar el concepto de competencia en el sentido más amplio, es indispensable discutirlo y explicarlo, abundando sobre sus principales implicaciones pedagógicas. Es importante dejar asentado, que ningún concepto ni modelo pueden constituir una respuesta definitiva a las necesidades educativas, porque éstas cambian y se requiere cambiar junto a ellas, pero se reconoce que algunos conceptos ofrecen alternativas de cambio frente a otros que han demostrado su agotamiento.

Los problemas que persisten en muchos de los esquemas de educación tecnológica, por ejemplo, tienen su origen en una débil relación e interpretación de las necesidades de formación de los individuos y del sector productivo.

Es necesario señalar que persiste la división entre teoría y práctica, tan antiguas como asociadas a enfoques fragmentarios o de separación entre trabajo intelectual y trabajo manual. La división explícita en muchos planes de estudio, en los que diferencian materias tecnológicas de materias académicas y específicas, son algunos ejemplos de planeación curricular, cuyas bondades parecían descansar en esta capacidad de desmenuzar el conocimiento y evitar dificultades para enseñarlo y evaluarlo; pero dejando de lado la integración activa, en la cual las partes lograrían ser más que una simple suma de ellas.

Los resultados de operar bajo estas formas de enseñanza, han demostrado que la fragmentación y la simple clasificación de los tipos de aprendizaje conducen a una pronta obsolescencia, abstracción e incoherencia de los conocimientos, pues se proponen de manera aislada.

Asimismo, la experiencia acumulada al manejar estos principios de clasificación del aprendizaje, nos debiera conducir a una reflexión profunda sobre la manera en que podrían retomarse dichos principios al momento de planear un esquema de enseñanza.

La consecuencia de esta fragmentación de los objetivos y contenidos de la educación, ha impactado en la relevancia del aprendizaje propuesto, ya que se alejan de las condiciones reales en que estos contenidos y objetivos son o se pueden volver significativos.

Los propósitos y contenidos de la educación tecnológica, tienen otro origen no menos importante, la relación entre el sector educativo y el productivo y la interpretación del binomio educación-trabajo. Es por todo lo anterior que necesitamos una profunda actualización pedagógica, antes de emprender el enorme reto de formar profesionales competentes.

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