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Los banqueros

Jaque mate

SERGIO SARMIENTO

"No es al aumentar el capital de un país, sino al volver una mayor parte de ese capital activo y productivo

Adam Smith

No hay nada más fácil que culpar al banquero de los males de la sociedad. Mucha gente no entiende el negocio de la banca. Considera un robo depositar su dinero en un banco sólo para que éste lo preste con intereses a un tercero. Le irrita también que los bancos cobren por ciertos servicios, aun cuando las demás empresas lo hagan de manera habitual.

El sentimiento no es nuevo. Ya el Antiguo Testamento advertía: "De tu hermano no tomarás logro [lucro] de dinero" (Deuteronomio 23:19). El Corán también prohíbe la usura, interpretada usualmente como el simple cobro de intereses: "Aquellos que devoran usura no pueden levantarse (en el Día del Juicio)" (2:275).

La experiencia nos dice, sin embargo, que sin el cobro de intereses (o de comisiones) el crédito se vuelve imposible. Y sin crédito, no puede haber progreso económico.

La Grecia y la Roma antiguas construyeron su prosperidad sobre el crédito y el comercio. La Iglesia Católica recurrió a la Biblia en el Medievo para justificar la prohibición del pago de intereses y con ello eliminó el crédito y hundió a Europa en el más prolongado estancamiento económico del que se tenga memoria. El Renacimiento, que no fue sólo cultural sino económico, se hizo posible gracias al restablecimiento del crédito, el cual en un principio proporcionaron banqueros judíos, los cuales quedaban exentos de la prohibición de cobrar interés al "hermano". Sin embargo, en "El mercader de Venecia" Shakespeare nos ofrece un retrato de los prejuicios que todavía se mantenían contra los banqueros y los judíos.

Hoy en día el crédito es una parte indispensable de la actividad económica del mundo. Las iglesias cristianas han abandonado su prohibición de los intereses y proscriben sólo la "usura", la cual definen como el cobro excesivo de intereses, aunque no definen cuál es el punto en que un interés razonable se convierte en usura. Las sociedades musulmanas mantienen la prohibición a los intereses, aunque las instituciones financieras islámicas le han dado la vuelta con el cobro de comisiones por préstamos o con medidas que le dan al prestamista una parte del beneficio del acreedor. Aun así, las sociedades islámicas, con excepción de aquellas que se han enriquecido fuera de toda proporción con recursos petroleros, son más pobres que aquellas en que los intereses dan un valor real en el tiempo al dinero.

Nuestros políticos, dignos discípulos de la Iglesia medieval, todavía no tienen una idea muy clara de cómo funciona el negocio bancario y quieren, en estos tiempos electorales, meterle mano a la banca como lo han hecho con otras actividades que generan prosperidad. El senador priista Manlio Fabio Beltrones refleja esta actitud: "Lo que está buscando el Congreso es que existan tasas de interés acordes al mercado mundial y que se evite el saqueo del que están siendo objeto, sobre todo, quienes utilizan el crédito al consumo" (Reforma, 6.3.09).

La verdad es que las tasas de interés en México no son las mismas que en otros países del mundo porque las condiciones de mercado son diferentes. Los países desarrollados, como Estados Unidos y las naciones que emplean el euro como divisa, tienen tasas de interés inferiores a las mexicanas porque sus inflaciones, costos de captación y carteras vencidas son significativamente menores. En cambio Brasil, un país que está teniendo un desempeño económico superior al nuestro, registra tasas de interés muy superiores a las mexicanas. La tasa básica del Banco Central de Brasil es de 11.25 por ciento (EFE, 11.03.09), contra 7.50 de la tasa objetivo del Banco de México (Banxico, 17.03.09). El interés de tarjeta de crédito en México fluctúa entre 25 y 48 por ciento anual; en Brasil, es de 11.9 por ciento, pero no al año sino al mes (Gazeta Mercantil, 11.03.09).

Los políticos tienen el poder, por supuesto, de hacer lo que quieran: son el único poder fáctico de nuestro país. El problema es que si reducen por la fuerza los tipos de interés, los banqueros se verán obligados a disminuir sus riesgos crediticios, con lo que restringirán el crédito a los sectores menos favorecidos. Los políticos se burlan de esta posibilidad, pero porque no entienden cómo funcionan los mercados de crédito.

Coincido en que las autoridades financieras mexicanas deben promover una reducción de las tasas de interés, pero lo deben hacer a través de medidas de mercado: como aumentar la competencia y dar a los bancos mejores instrumentos para cobrar créditos vencidos. Ésas serían las formas sanas de promover una baja en los intereses. Sólo falta que los políticos alcancen a entenderlo.

Empieza la 72a Convención Bancaria con temores sobre 2009. En 2008 la captación de los bancos subió 19 por ciento, pero la cartera de crédito aumentó sólo 1.1 y el resultado neto bajó 32 por ciento. La morosidad general se mantuvo bajo control, en 3.21 por ciento de la cartera total, pero la de tarjeta de crédito fue de 9.42 por ciento. Ya en enero de 2009 la morosidad general llegó a 3.36 por ciento y la de tarjeta a 9.75. La banca mexicana no está mal, pero sus condiciones se están deteriorando.

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