En menos de dos años, el concepto de zona metropolitana utilizado para referir al área conurbada de La Laguna ha logrado afianzarse y la mayoría de los pobladores de la región se ha familiarizado con él. Hoy, incluso, ya se habla de recursos, planes, estudios y proyectos en donde están involucrados en mayor o menor medida autoridades de los tres niveles de gobierno, y se ha creado un cuerpo institucional para dar seguimiento a las propuestas y obras. Sin embargo, esto apenas es el comienzo, el punto de partida de una nueva forma de concebir el desarrollo municipal y regional.
Aunque el sentido de identidad y pertenencia a una comarca se encuentra arraigado entre los pobladores, pues comparten una misma historia, han sido las autoridades —las centrales primero, luego las estatales y por últimos las locales— quienes han dividido a la región. Hasta hace muy poco, cada entidad política velaba exclusivamente por su propio beneficio y soslayaba los intereses de sus vecinos como si de entes ajenos a su realidad se tratara. El crecimiento de La Laguna se dio, pues, durante los dos siglos anteriores, de una forma irregular y con marcos legales y administrativos disímiles y, en algunos casos, hasta contradictorios. Afortunadamente hoy hay visos de que esta situación está cambiando.
Pero reconozcamos una realidad: el motor de la reciente unión de los municipios y de los estados con el fin de impulsar proyectos para La Laguna ha sido el dinero. Los anteriores intentos de coordinación fracasaron precisamente por la falta del recurso económico; se convirtieron en un catálogo de buenas intenciones. Al no haber fondos, el interés se fue perdiendo. Pero cuando en 2007 se anunció que la Comisión de Desarrollo Metropolitano de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, gracias a las gestiones de legisladores de la región, estaba contemplando al área conurbada de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo en la repartición de dinero del Fondo Metropolitano, el interés resurgió.
A fines de 2007 fueron aprobados 250 millones de pesos para la Zona Metropolitana de La Laguna. Entonces, no sin pereza y luego de algunas torpezas, las autoridades se dispusieron a cumplir con los requisitos para poder ejercer dichos recursos. Los municipios, a los cuales se unió luego Matamoros, firmaron un convenio y los estados conformaron junto a la Federación los organismos de planeación, toma de decisiones y manejo del dinero, a saber: el Consejo de Desarrollo Metropolitano, el Comité del Fideicomiso del Fondo Metropolitano y el Subcomité Técnico. Con esta armazón institucional, surgieron los primeros planes.
Los temas de infraestructura vial, agua y el rescate del río Nazas han concentrado la atención de las autoridades involucradas en la realización de los proyectos. Entre los primeros destaca la creación del Libramiento Norte, desde Matamoros hasta Lerdo, que contempla la construcción de varios puentes y la ampliación de vialidades, y la modernización del bulevar río Nazas. Las primeras etapas de estas obras ya fueron licitadas y están en los trabajos preliminares. En cuanto a los proyectos relacionados con el agua y el río, sobresale la búsqueda de fuentes alternativas de suministro del recurso hídrico; la creación de un modelo para el sistema hidrológico regional y de un sistema de información regional del agua, y, por último, el rescate del lecho del Nazas a la altura del área conurbada.
La continuidad de todos estos proyectos plantea en sí misma el primer desafío para la Zona Metropolitana de La Laguna. Resulta obvio que los 250 millones de pesos autorizados por el Congreso en 2007 son insuficientes para ejecutar en su totalidad los planes arriba mencionados. Es por eso que cada año las autoridades deben sumar esfuerzos y cumplir bien con su tarea para poder gestionar más recursos que sirvan para hacer avanzar las obras y los programas. A fines de 2008, fueron asignados para la región otros 250 millones de pesos, los cuales se distribuirán según se disponga en las reuniones que deberán llevarse a cabo a partir de este mes. Ahora bien, no sólo es el seguimiento, es decir, materializar los planes trazados, sino que también se debe garantizar que las obras realizadas estén bien hechas de manera que cumplan con la finalidad para la que fueron concebidas. Si a lo anterior agregamos la elaboración de nuevos proyectos una vez concluidos los anteriores, entonces, ya tenemos un triple desafío en lo inmediato.
Pero más allá de la aplicación eficiente y efectiva de los recursos que el Congreso autorice, se observa otro desafío, más grande y de mayor trascendencia. Se debe modificar la actual visión fragmentaria de los municipios y los estados para llevar el modelo de la zona metropolitana a un nivel que supere la elemental coordinación para la ejecución de obras y programas conjuntos, y que alcance la creación de un plan regional de desarrollo que sirva de rector para los planes municipales. Que cada decisión que tome un ayuntamiento considere no sólo el impacto que tendrá en el municipio, sino en toda la región. Muchos conflictos, frecuentes actualmente, se evitarían y otros tantos problemas comunes se resolverían. La suma de esfuerzos equilibraría el desarrollo y ayudaría a mejorar la calidad de vida de todos los habitantes de la zona metropolitana y no sólo la de los pobladores de una ciudad, tal y como ha ocurrido hasta ahora. Lo estamos viendo hoy, temas como seguridad, transporte y medio ambiente requieren de soluciones regionales, las respuestas locales ya son insuficientes. La Zona Metropolitana de La Laguna debe asumir ese nuevo derrotero.
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