Ninguno quiso hablar de más. Cuidaron sus palabras al máximo. Fueron austeros en expresiones, serios, al grano. No querían que esa conversación, que ese segundo pacto, se prolongara por demasiado tiempo. No sólo era un tema incómodo, que los identificaba, sino que cualquier desliz podía implicar más armas para el adversario.
Pero tenían que hacerlo. Primero, porque ninguno de los dos quiere abiertamente "cantar" el arranque de su aspiración presidencial y juegan con sus palabras al declarar públicamente sobre ello. Segundo, porque depende de si hacen un buen gobierno el que ese anhelo se robustezca o diluya. Tercero, porque su operación política puede dañar al gobernante vecino considerando que el DF y el Estado de México tienen límites territoriales prácticamente invisibles.
Pasó casi inadvertido en medio del maremágnum de la elección intermedia, pero Marcelo Ebrard, en todo el proceso que culminó en julio de este 2009, nunca puso un pie en el Estado de México para hacer campaña a favor de algún perredista. Y Enrique Peña Nieto no encabezó un acto en el DF para apoyar al PRI. Los dos cumplieron, a pesar de las invitaciones y presiones de sus partidos y candidatos.
El primer pacto, revelado públicamente por Ebrard en entrevista con Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula, tiene que ver con trabajar coordinadamente en lugar de entorpecerse las gestiones: "En alguna reunión nos dijimos que cada quien tiene sus aspiraciones políticas, su plan político, su proyecto político, pero que no metamos la gestión de gobierno, el día a día, en eso, porque entonces sí sería el costo muy alto para la Ciudad y para el Estado de México. Y hemos seguido ese acuerdo. Es una buena idea".
El segundo pacto fue estrictamente electoral, porque para fortalecerse dentro de sus propios partidos hace falta que ganen los comicios en sus territorios. Los dos acuerdos, marcados por lo mismo: el interés de Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard en el 2012, en ocupar la Presidencia de México. Y por eso, los pactos tienen fecha de caducidad un año antes.