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Los festejos

GILBERTO SERNA

Desde con tiempo se han empezado los trabajos para celebrar el bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución preparándose una fiesta magna en la que algunos piensan que se va a derrochar dinero que no se tiene. Se trata de echar la casa por la ventana con la realización de 287 obras y la inauguración de 20 monumentos emblemáticos. Se destinarán 200 millones a la construcción del monumento del bicentenario que estará en la entrada del Bosque de Chapultepec en el DF. Nomás en el Estado de México, existe el proyecto de realizar 199 actividades, siendo la entidad que está dispuesta a erogar la mayor cantidad, que suponemos nada tiene que ver con la aspiración del gobernador Enrique Peña Nieto de ser elegido candidato a la Presidencia de la República considerándose uno de los más fuertes aspirantes a figurar como abanderado del Partido Revolucionario Institucional. Se pretende construir arcos en la entrada y salida de las principales carreteras y vialidades. Además un centro para producir huevos de trucha ¿? De otras actividades sobresale, en Guanajuato, la remodelación del lugar donde se le bautizó al cura don Miguel Hidalgo.

Apenas se conoció lo anterior han surgido las críticas más acerbas diciéndose que no están los tiempos para ese despilfarro, ya que estamos en medio de una terca batalla contra el crimen, con 20 millones de mexicanos en pobreza extrema, 30 simplemente pobres y otros 30 lejos del territorio nacional, obligados a residir en el exterior. Que las obras propuestas sólo constituirán un negocio redondo, para algunos políticos-empresarios. Que de independientes nada tenemos que festejar dado que seguimos siendo dependientes. Que llevamos 200 años de ser robados y engañados por políticos hampones, preguntándose ¿festejaremos eso? se proyecta gastar millones en obras suntuarias, ¿a pesar de que hay un desempleo brutal? Que la inversión millonaria es un acto superfluo. Alegan que debe generarse inversión y trabajos permanentes, hasta entonces cabría festejar. Bien, veamos la otra cara de la moneda, lo que podría decir el Gobierno: es que a ciertos críticos nunca se les da contento, si se conmemora porque se hace, si no era hora que se estaría censurando el que no se propusiera nada. Nada les parece bien, si se hace porque se hace y si no porque no se hace nada. La cantidad que se invierte es sumamente pequeña, comparada con otros desembolsos.

Si volteamos al pasado, al celebrarse los primeros 100 años de la lucha libertaria que inició el cura Miguel Hidalgo, se inauguraron monumentos y edificios públicos en todo el país. El presidente era Porfirio Díaz. Una de las obras representativas, el Palacio de las Bellas Artes, se construyó sobre lo que había sido el teatro nacional, derrumbado previamente. Se había comenzado su edificación en 1904 pero que ya por fallas en el terreno o porque se inició la Revolución, que derrocó al héroe de la batalla de la Carbonera contra los franceses, fue abierto por primera vez hasta 1934. Se hunde desde 1907. En la fecha conmemorativa se pensaba construir el Palacio Legislativo Federal, proyecto que hubo de esperar el año de 1938 en que al fin nació como Monumento a la Revolución, donde actualmente reposan varios próceres del movimiento armado que dio inicio en 1910. La obra símbolo por excelencia en ese periodo correspondió a la Columna de la Independencia que aún luce soberbia con la escultura que remata la conocida popularmente como El Ángel, que como dato curioso, cabe señalar tiene un gran parecido con la columna de la victoria de Berlín. Es también representación de la diosa griega de la victoria, nombrada nike.

A los mexicanos nos ha dado por convertirnos en furibundos detractores del quehacer gubernamental. La realidad es que el dinero que se invertirá en estas obras se aplicará con discreción en aquello que redunde en beneficio de las comunidades. Las obras de relumbrón para cimentar candidaturas de gobernadores que aprovecharán la oportunidad para sustentar sus ansias de ser tomados en cuenta deben enterarse de que el horno no está para bollos, sería conveniente repitieran hincados frente a un retrato de Antonio López de Santa Anna, hasta el agotamiento, que es necesario actuar con cautela en el uso de los fondos públicos. Que ojalá no pierdan los estribos gastando sin ton ni son, porque el pueblo no está para aceptar oropeles, que los gastos se hagan teniendo en consideración que el pueblo de abajo está capoteando las calamidades de una vida que en ocasiones se les antoja insoportable. No están los mexicanos para erogaciones dispendiosas. La ostentación de otros tiempos, para dar gusto a la vanidad de los políticos, está absolutamente fuera de orden. Lo que se requiere, ante un evento de esta índole, es sobriedad, recato, sencillez, morigeración, sin ninguna clase de alardes. En fin, si hubiera gran ornato y pompa estaríamos en peligro de hacer estremecer a una sociedad a la que sólo le falta un empujoncito para manifestar su encono. Paremos a la bestia del engolamiento, no la necesitamos para preconizar nuestras libertades.

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