Una de las más altas virtudes cristianas es la de perdonar a quienes nos han ofendido. Y mostrar compasión hacia los pecadores y ovejas descarriadas. Y dejen ustedes el contexto cristiano: se supone que tener piedad, incluso hacia quienes han hecho el mal, es una muestra de alto nivel civilizatorio. Quiere decir que no somos ningunos salvajes, que la venganza no forma parte de nuestro repertorio.
Sin embargo, y creo que eso lo sabemos todos los que de alguna forma, alguna vez hemos sido ofendidos gachamente (o sea todos nosotros), en ocasiones resulta muy difícil perdonar. Y más aún, mostrar compasión hacia quienes no la mostraron cuando tuvieron la oportunidad. Incluso cuando hay un arrepentimiento (aparentemente) sincero del ofensor, sobran las veces en que otorgarle el perdón equivale a tragar sapos. Enteros. Panzones.
Por ello me solidarizo con aquellas personas que reaccionaron violentamente ante la noticia de la liberación "por motivos humanitarios y de compasión" del terrorista convicto Abdelbeset Ali Mohmed al Megrahi.
Al Megrahi había sido condenado a cadena perpetua el año 2001 por su participación en uno de los actos terroristas más notorios del siglo XX: el estallido en pleno vuelo, en diciembre de 1988, de una bomba en un Jumbo 747 de pasajeros, que se desplomó sobre el pueblo de Lockerbie, en Escocia. Murieron las 259 personas que iban en el avión, más otras once que se hallaban en tierra, y a las que, literalmente, se les vino el cielo encima. 270 seres humanos inocentes, liquidados de la manera más cobarde.
Luego de muchos años de investigaciones, estiras y aflojas, se logró condenar a Al Megrahi, miembro de las fuerzas de inteligencia de Libia. Este último país, aislado económica y diplomáticamente por el asunto, se avino a compensar a los familiares de las víctimas
Pero ¡oh, sorpresa! Resulta que Al Megrahi tiene un cáncer terminal, y un juez de Escocia (donde purgaba su condena) decidió liberarlo y mandarlo "a morir a su casa". Se supone que al terrorista apenas le quedan tres meses de vida.
Muchos deudos de los muertos de Lockerbie pusieron el grito en el cielo. ¿Por qué se liberaba a un asesino en masa? ¿Por qué había que tener compasión por quien no la tuvo hacia cientos de inocentes, entre los cuales había bastantes niños? ¿Mostrar humanidad para quien asesinó infantes a sangre fría? Para mayor inri, Al Megrahi siempre se ha dicho inocente. O sea, jamás ha tenido los tamaños para pedir perdón por sus acciones de animal.
Y para terminar de fruncir lo arrugado, cuando Al Megrahi llegó a Libia, fue recibido por una gozosa multitud, con banderas, pitos y flautas, como si fuera un héroe. Toda una bofetada a los parientes de las víctimas.
Lo único que se me ocurre pensar, en lo que se me pasa el coraje: que los jueces de allá son tan ineptos o idiotas o irresponsables como los de acá. Mal de muchos