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Los Madero y la saga liberal

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Ayer por la tarde se presentó el libro "Los Madero y la saga liberal" del historiador coahuilense Manuel Guerra de Luna en el marco de la XII Feria del Libro de Saltillo y fui invitado a presentarlo por el autor, junto a Lucas Martínez, el activo director del Archivo del Estado; sí, aquel repositorio documental que los señores directivos del ICAI pusieron en riesgo de pérdida a principios de este siglo.

Fueron razones entrañables por las que acepté la invitación de Manuel Guerra de Luna para acompañarlo en su presentación de su trabajo histórico "Los Madero, la saga liberal". La primera es que en mi familia mantenemos una antigua amistad con los Guerra de Luna desde hace muchos años: no han corrido en balde aquellos tiempos en que, ya cerca, ya lejos, nos reconocemos queridos y correspondidos.

Otro motivo es que, por haber nacido en Parras de la Fuente viví mi infancia y juventud en ese paraíso terrenal y en los años cuarenta.Tuve la oportunidad de ser amigo y condiscípulo de varios coetáneos y coetáneas descendientes de don Evaristo Madero, medular personaje en la gesta histórica que Manuel Guerra de Luna ha investigado, estudiado, y que escribió con prolija y meritoria profundidad.

La propiedad rural en Coahuila estaba concentrada, en las postrimeras fechas del siglo XIX, en dieciséis familias, de las cuales sólo catorce mantenían lazos de sangre o parentesco por afinidad. El líder del grupo familiar dominante en la economía del Noreste era un hombre corpulento, de estatura superior al metro 85 centímetros, ojos azules y gesto adusto. Usaba barba y bigote, abundantes y entrecanos. No era un personaje locuaz, pues sólo hablaba lo necesario: de su austero continente resonaban palabras autoritarias, espesas e indiscutibles. Tal era don Evaristo Madero. De este señor; de su ascendiente directo, José Francisco Madero Gaxiola; de su más destacado descendiente Francisco Ignacio Madero y de su tiempo histórico, negocios, y preocupaciones políticas se ocupa este libro: "Los Madero, la saga liberal".

Rico en bienes por su inteligencia, esfuerzo y experiencia, Evaristo Madero también lo fue en prole familiar: de dos matrimonios tuvo dieciocho hijos, de los que sobrevivieron catorce, que después se reprodujeron en diversas, pero asímismo prolíficas familias: fueron brotes de un árbol fecundo y generoso que comprometía moralmente sus conductas. Estas familias se ubicaron en el Norte y el Noreste de México, así como en otras regiones del país a donde les llevaba la riesgosa obligación de administrar, en forma cuidadosa y honesta alguno de los muchos negocios del patriarca. La familia de don Evaristo y doña Rafaela Hernández Lombraña se asentó primero en Monterrey, pero en 1870 se trasladaron a Parras de la Fuente, donde eran propietarios de la famosa Fábrica La Estrella, pero mantenían la casa morada en Río Grande e igual poseían una prolongación edénica y fructuosa en el rancho "Palmira" que el padre de don Evaristo, don José Francisco Madero Gaxiola, había recibido del Congreso de Coahuila en pago a sus trabajos de agrimensura y organización urbanística en el haz de municipios norteños de Coahuila que se conocen como "los cinco manantiales". Una difícil investigación evidenciaría la existencia en el país de más de cuatro mil consanguíneos Madero, según la estimación que había proyectado en 1963 doña Ana María Madero de Betanzos, una apasionada estudiosa de su genealogía familiar.

Don Evaristo Madero Elizondo murió en Monterrey el 6 de abril de 1911. Tuvo una muerte feliz, pienso yo, pues no se marchó de este mundo hasta conocer el triunfo obtenido por su nieto Francisco Ignacio Madero González en las conferencias políticas de Ciudad Juárez, cuyo resultado comprometió al dictador Porfirio Díaz a presentar su renuncia al cargo presidencial de la República, que tal hubiera sido en ese momento por sexta y trunca ocasión. Pero el viejo tuxtepecano optó por la oportuna huida y viajó con su familia y seguramente su patrimonio rumbo a París, Francia, a bordo de la goleta Ipiranga.

La familia Madero, reunida en torno a su lecho de enfermo, quiso informar a don Evaristo de estos acontecimientos para animar a "Papá Evaristo y así fue, en efecto, su reacción pues el roble de Parras abrió sus aún vivaces ojos azules, se incorporó en la cama y aplaudió varias veces dando de gritos: ¡Bravo, Viva, Bravo! ¡Este es un triunfo para Panchito! Luego descansó, acezante por el esfuerzo y muere el 11 de marzo de 1911.

Manuel Guerra de Luna escribe con plena autoridad sobre don Evaristo y de su dilatada familia, de la cual, por cierto, el autor del libro también es parte, como lo fue su padre Gustavo Guerra Castaños; como lo fueron los Aguirre Benavides, los Navarro, los Hernández y muchas otras ramas más.

Manuel Guerra de Luna tiene ya una historia propia: Editor de los libros "Madero, biografía de un Patricio" de José Vasconcelos (1997) "Cien años de hilar historia y porvenir" (Compañía Industrial de Parras 1999) de la que también es coautor. Compiló la edición de los cuadernos espíritas de Francisco I. Madero (Clío, 2000), realizó un ensayo biográfico sobre el apóstol de la democracia (Planeta-De Agostini. 2000) además de dirigir la creación del acervo documental de la Familia Madero y elaborar y producir "1910 La revolución espírita", filme documental galardonado internacionalmente en que se aborda esa faceta de don Francisco Ignacio. "Los Madero, la saga liberal) obtuvo el doceavo y prestigiado premio Banamex de historia regional mexicana Atanasio G. Saravia en 2008. Estos antecedentes lo avalan con suficiencia.

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