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Los niños de Sonora

GILBERTO SERNA

El incendio no fue provocado, pero de alguna manera todos somos culpables de lo que allí lamentablemente acaeció. Nos quedamos callados cuando se abren más de 8 mil estancias infantiles en el país cuyos operadores, previa a su apertura, no cumplen con las reglas de seguridad requeridas. Lo mínimo sería existieran salidas de emergencia.

En la que ocurrió la tragedia en Sonora murieron hasta ahora 41 menores en una edad de tres meses a tres años. Un joven con gran heroísmo y sin medir el peligro tomó su camioneta pick-up para una y otra vez, estrellarla en reversa contra la parte exterior de las paredes del local. Logrando abrir sendos huecos que permitieron a los vecinos entrar a rescatar a varios niños arrebatándoselos al humo asfixiante y a las llamas.

En México hacen falta camionetas de ésas para abrir nuevos horizontes que purifiquen el medio ambiente. Es cierto que las autoridades son las encargadas de hacer cumplir las normas que rigen estos establecimientos. Pero no lo hacen. Es también verdad que la autoridad autoriza se abran estos locales tras comprobar que se hayan instalado detectores de humo y suficientes extintores, pero ahora se sabe con tristeza que los requisitos son otros. El parentesco, en primer lugar.

No quiero imaginar el dolor que soportaron los bebés que allí perecieron. Eran hijos de madres que trabajan cuya necesidad de encargar los niños las lleva a ponerlos en manos de las operadoras de las casas-cuna. Nadie piensa en una tragedia, pero ésta acecha esperando el momento oportuno para hacer su aparición. Leí que los expertos en el tema señalan que en esos centros de atención albergan a 221 mil niños.

Usted cree que el que se diga que familiares de políticos se benefician con el funcionamiento de esos locales ¿logrará que los niños regresen a los brazos de sus inconsolables madres? Ni aun aplicando la Ley del Talión pienso que pagarían su ausencia de sentimientos para abrir un negocio sin la protección necesaria para preservar la vida de los pequeñuelos dejados a su cuidado. Es posible que si se sigue un proceso a los responsables tengan derecho a la libertad bajo fianza o sea que no sean detenidos en una ergástula ¿pero a quién carajos le importa frente a la inmensa pena que embarga a los familiares de los niños inmolados?

Llama poderosamente la atención de cómo las autoridades del Estado de Sonora rehuyen cobardemente la culpa que podría corresponderles; si en el país hubiera verdadera justicia, lo menos es que a estas horas estuvieran de patitas en la calle, con el gobernador Eduardo Bours encabezándolos. Al parecer la vergüenza es algo que no está en sus diccionarios de vida. Si es verdad que las guarderías improvisadas no están bajo su égida, si en cambio los ciudadanos que se encuentran en su territorio deben gozar de la protección del gobierno estatal. Su deber era vigilar que no sucedieran percances como los que vivió el pueblo de Hermosillo. Por más que trató su gobernador de justificarse diciendo que el lugar existe desde antes de que asumiera el cargo, eso no le quita la carga de velar por la salud de los niños de su comunidad. Cuando tomó las riendas de la entidad debió percatarse de las anomalías, pues de eso se trata y no salir con que eso ya estaba antes de que protestara el cargo, como si su existencia fuera irrevocable debido a la antigüedad.

Lo mismo debe decirse del director del IMSS Alfredo Karam, cuyo personal bajo su mando había dicho días antes, en visita de inspección realizada por su personal, que el lugar utilizado como guardería cumplía con las condiciones requeridas por el reglamento respectivo.

El incendio dejó al descubierto o que no se realizó el chequeo o que efectivamente el lugar estaba laborando igual de mal que como estaba desde un principio, por lo que sus fallas no eran visibles o séase que no había ningún cambio o los inspectores traían una venda en los ojos que les impidió ver la dimensión del peligro. La piel quemada, las deformaciones físicas, los traumas que llevarán física y mentalmente durante el resto de sus días, si logran escapar de las garras de la muerte, no tiene perdón de Dios. Al fin y al cabo, los días transcurrirán y las culpas se irán diluyendo en el olvido de una comunidad hedonista cuyo egoísmo parece no tener límites.

En unos cuantos años, no lo dude usted, la amnesia se hará presente y aparecerán las mantas que todos celebraremos, como si nada hubiera ocurrido Eduardo Bours, para presidente de México. En fin, lo que pasó, pasó. Mala suerte.

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