En cuatro días Torreón tendrá nuevo gobierno. El primero de enero de 2010, el priista Eduardo Olmos Castro asumirá el cargo de presidente municipal de una ciudad cuya población, en su mayoría, está harta y decepcionada de sus gobernantes. Se supone que el futuro munícipe es consciente del reto enorme que implica gobernar una ciudad con tanto rezago y necesidad, puesto que en su campaña electoral enarboló la bandera de "rescatar Torreón" de los problemas que hoy lo aquejan.
En el ejercicio de la administración pública se ha convertido casi en una norma que los gobiernos entrantes proyecten una serie de acciones para sus primeros 100 días de mandato, con miras a mostrar a la ciudadanía las bases y ejes de lo que será toda su gestión. Seguramente, la próxima semana Eduardo Olmos dará a conocer dichas acciones. No obstante, desde ahora podemos observar cuáles serán los asuntos que lo mantendrán ocupado en esa primera centena de días.
El principal reclamo de la sociedad torreonense hoy es la seguridad pública. La delincuencia común se ha disparado en los últimos meses, en parte, bajo la sombra del crimen organizado, pero sobre todo debido a la incapacidad de una Policía Municipal que carece de preparación, confianza y del número de agentes suficientes. Los homicidios, secuestros, robos y asaltos se han convertido en parte de la vida cotidiana de la ciudad. De tal forma que Olmos tendrá muy pronto que delinear su estrategia para poner a la corporación a la altura de una realidad que a todas luces la ha rebasado. Los primeros pasos serán muy importantes.
En segundo lugar de las demandas de la ciudadanía podemos ubicar a los servicios: alumbrado, pavimentación, agua, drenaje, limpieza y espacios públicos. En un rápido recorrido por la ciudad es posible darse cuenta de las carencias en este rubro: tramos de vías principales oscuros o con iluminación deficiente, calles llenas de baches y zanjas mal tapadas, áreas verdes sucias y maltratadas, infraestructura vial dañada, colonias con baja presión en verano, etc. Esta situación de abandono exige mucho más que una "manita de gato"; requiere más bien de un plan integral de mantenimiento urbano, permanente, eficiente y mensurable.
Dentro del mismo tema de los servicios, mención aparte merece el caso la recolección de basura, cuyo proceso de renovación de la concesión quedó entrampado en un pleito legal entre la empresa PASA, actual concesionaria, y el Ayuntamiento de Torreón. La administración de Olmos no sólo tendrá que resolver pronto en manos de quién quedará el servicio, sino en qué condiciones y con cuáles beneficios para la ciudadanía. Además, estará frente a la oportunidad de sentar las bases de un esquema completo del manejo de los residuos sólidos, en el que se contemple la reutilización de los mismos.
Como tercer reclamo de la ciudadanía está el de la creación de fuentes de trabajo. En los últimos años, tanto el Gobierno del Estado como el Ayuntamiento desdeñaron su papel en el fomento del desarrollo económico. En el año que está por terminar, sólo dos inversiones de gran envergadura se concretaron en la región: el Territorio Santos Modelo y la planta de derivados lácteos de Lala. Esta "sequía" de nuevos capitales repercutió en el crecimiento del desempleo, la economía informal y la pobreza. Si bien -como se cansan de repetir los propios gobernantes- no es posible crear empleos por decreto, la administración de Olmos Castro tendrá desde el inicio el gran reto de planear y ejecutar estrategias innovadoras, pero viables para promover al municipio en el país y el extranjero como una alternativa atractiva para los grandes inversionistas. Además, deberá mejorar los programas de microcréditos de tal manera que se conviertan en una verdadera posibilidad de generación de riqueza a pequeña escala que ayude a las familias a dejar de depender de la asistencia social.
Más allá de las demandas apremiantes arriba citadas, hay otros desafíos a los que el próximo alcalde se enfrentará una vez que asuma su cargo. Entre ellos sobresale el reto del desarrollo urbano sostenible. Durante años, y aunque se cuenta con un Plan Director de Desarrollo Urbano, la ciudad de Torreón ha crecido de forma desordenada y con una visión más enfocada hacia los vehículos automotores, en perjuicio de los peatones y de quienes utilizan otros medios de transporte, como las motos y las bicis. Este crecimiento caótico ha generado un alto grado de especulación en la venta de predios, problemas en la tenencia de la tierra, el agotamiento de los recursos naturales y una dificultad cada vez mayor de dotar de servicios de calidad a las colonias de reciente creación. En este tenor, la nueva administración no sólo está obligada a revisar y actualizar en sus primeros días el Plan Director, sino también a poner los cimientos de un desarrollo más armónico, con visión metropolitana, menos hostil con el entorno natural, y orientado al beneficio de todos los ciudadanos y no sólo a los que tienen auto y recursos económicos. Una parte fundamental para conseguir lo anterior es la modernización total del sistema de transporte, la cual, para conseguirla, debe empezarse a planear desde el inicio de la administración.
Sin duda es mucho el trabajo que le espera a Eduardo Olmos y a su equipo, pero la situación actual de Torreón no está para menos; y ellos lo deben saber, si no, para qué aceptaron el reto de convertirse en gobierno.