NUEVA YORK.- Tres meses y medio es una fecha límite muy artificial para juzgar a una pareja, el producto nuevo que compramos o al político por el que votamos. Sin embargo, juzgar a un presidente estadounidense justo a los 100 días de iniciado su mandato se convirtió en una tradición política, en una institución informal, desde los tiempos de Franklin Delano Roosevelt.
Obama acaba de cumplir sus primeros 100 días como presidente y la evaluación obvia de quienes simpatizan con él es que no le ha ido nada mal. Que ha demostrado ser un presidente ambicioso, con objetivos, disciplinado y con rumbo. Que su aparato de comunicación social sigue siendo envidiable y tan efectivo como lo fue durante su campaña electoral. Que logró la aprobación del multimillonario paquete de estímulo y recuperación económica. Que ha sentado un nuevo tono en la forma de hacer política tanto en el plano doméstico, como en el plano internacional. Que estos 100 días empiezan a mostrar un cambio en la confianza del mundo hacia los estadounidenses. Que todo mundo ama a la primera dama y a Bo, el perrito que compraron para las niñas del presidente.
Sin embargo, para quienes critican al nuevo presidente, tanto desde la derecha como de la izquierda menos moderada, los primeros 100 días de Obama han sido un desastre. Que su plan de estímulo económico no ataca realmente el problema de la crisis global pues no modifica realmente los privilegios de los banqueros ni cambia el modelo de capitalismo voraz. Que su decisión de dar a conocer los reportes del Departamento de Justicia en los que se aprueba la tortura como mecanismo para interrogar a detenidos pone en riesgo la seguridad estadounidense y vulnera a los aparatos de Inteligencia frente a los terroristas internacionales. Que el presidente está demostrando ser un big spender (gran dispendioso) irresponsable porque sólo quiere aumentar el tamaño de la burocracia.
Precisamente ése es el problema cuando se intenta evaluar a un político que tiene poco tiempo en el cargo. No hay los elementos suficientes para realizar una evaluación objetiva. Cualquier análisis no es más que un juicio de valor. Si bien es cierto que es histórico el que Obama haya conseguido la aprobación del paquete económico, también es cierto es que lo contrario hubiese sido impensable, sobre todo debido a la magnitud de la crisis y a la presencia de un Congreso profesional, que sí funciona y que tiene una mayoría demócrata.
Decir que el mayor logro de los primeros 100 días de este Gobierno ha sido la aprobación del paquete de rescate económico, equivale a repetir la vieja máxima del empresario y político Charles Wilson, quien célebremente dijera "lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos."
Apenas ayer se dieron a conocer indicadores económicos que muestran que la economía estadounidense sigue contrayéndose aún más de lo anticipado por los economistas, así que la efectividad del paquete de Obama es todavía una interrogante de mediano plazo.
De cara a los próximos 100 días de este Gobierno hay señal positiva para el Gobierno de Obama. La decisión del senador Arlen Specter de abandonar el Partido Republicano y de sumarse a las filas de los demócratas acerca a éstos al número mágico de la súper mayoría de 60 senadores, justo los necesarios para avanzar por la libre sin oposición republicana. Esta súper mayoría abre una ventana de oportunidad indispensable para que el presidente Obama se decida a empujar sus siguientes batallas legislativas: la reforma migratoria y la reforma al sistema de salud.
Los primeros 100 han servido para medir la personalidad del nuevo presidente, pero es en los próximos 100 en los que se medirá si las decisiones que ha tomado realmente funcionan y si va o no encaminado a convertirse en un verdadero "político de la reconstrucción," aquel que tiene la oportunidad de repudiar una era pasada y de transformar una nueva, como diría el politólogo Stephen Skowronek.
Politólogo e Internacionalista
