Comentábamos ayer que la crisis mundial ha obligado a muchas personas a ocuparse en labores de las que antes hubieran huido como si de la peste se tratara. Después de todo, cuando las cosas se vuelven complicadas, no hay que andarse poniendo moños.
Como ejemplo dábamos lo ocurrido en la comunidad de Wells, en Inglaterra, en donde la principal actividad es un complejo turístico que versa sobre la época medieval. Y entre las atracciones están unas cuevas que, según la leyenda local, fueron ocupadas por una bruja maligna durante la Edad Media.
Como parte del show, una persona representa a la bruja. Para escoger a la intérprete, los administradores del complejo hacen una audición. Y este año, como reflejo de cómo están las cosas, dos mil personas se presentaron a solicitar el puesto de bruja (o brujo).
Y no es la única vacante de ese tipo. La asociación que administra el Puente de Londres, uno de los monumentos típicos de la capital inglesa, también andan buscando quién desempeñe el papel de… zombi o muerto viviente.
Como parte de los recorridos por las catacumbas que forman parte de la atracción, un actor interpretando a un zombi asusta a los turistas. Su salario será de 35,000 libras esterlinas al año. Mucho menos que la bruja de Wells, pero nada mal si uno anda sin chamba. Y hay 200 solicitantes.
Lo que resulta extraño es que, hasta donde teníamos entendido, los zombis forman parte del folklore caribeño, no londinense. Y está difícil imaginarse un ritual con gallinas decapitadas y tambores africanos a orillas del río Támesis. Pero bueno. A falta de monstruos locales, hay que importar elementos que le pongan sabor al caldo.
Además, al parecer los zombis traen buena mano esta temporada. En unas semanas será estrenada, en una docena de salas de cine del Reino Unido, la película “Collin”; que trata, precisamente, de muertos vivientes.
Lo interesante es que el filme fue hecho con una cámara de video común y corriente. El director Marc Price, de 30 años, realizó el rodaje en los tiempos libres que le dejaba su trabajo como chofer de taxi.
Los actores fueron todos voluntarios, contratados mediante anuncios en Facebook. Echándole imaginación y codo, resulta que “Collin” se convertirá en la película más barata jamás estrenada en una sala de cine: costó 70 dólares. Price tuvo que comprar algunas herramientas, un par de cintas, y té y café “para tener contentos a los zombis”.
Si las cosas van bien, quizá Price pueda dejar su empleo como chofer de taxi y dedicarse a un nuevo proyecto: una película de terror situada en la Segunda Guerra Mundial. La cual, casi seguro, le saldrá más cara.
Pero como se puede ver, la crisis hace que la gente le rasque donde puede. Y a veces, sale ganando.
PD: Jueves 8:30 PM. Presentación del libro de un servidor “Tres amores (o más)”. Librería Punto y Aparte, Morelos y Colón. Entrada libre.