Uno de los argumentos esgrimidos por los impulsores del voto nulo o en blanco en las pasadas elecciones, era que los políticos sencillamente no representan a nadie, dado que rara vez voltean a ver a los ciudadanos para enterarse de sus auténticas necesidades, anhelos y preocupaciones. Así que lo mejor era responder a esa indiferencia castigándolos con el látigo de nuestro desprecio.
Nadie con un mínimo de conciencia puede negar que la ciudadanía no se siente representada por quienes ostentan posiciones de Gobierno, en cualquiera de los niveles, en cualquiera de las ramas del Estado. Y es que la clase política mexicana resulta cada vez más cínica, y pareciera que se precia de ignorar los verdaderos sentimientos de la nación.
Por supuesto, ello forma parte muy importante del marasmo social y el hastío que permean a nuestra patria. Saber que a los responsables de que la sociedad funcione, no les importa saber qué le preocupa a esa sociedad, sólo produce frustración y desaliento. Por eso muchos anularon su voto. Por eso todavía más ni siquiera se presentaron a las urnas. Por eso muchos jóvenes se quieren largar cuanto antes de un país que no parece tener remedio, y que no les ofrece mayores perspectivas.
Lo peor es que ese desprecio por lo que le importa a la gente común y corriente no es privativo de diputadetes semi-analfabetos, cuya única educación ha corrido por cuenta de Televisa. No. Lo más impresionante es que quienes se suponen más calificados, los que en teoría tienen a su cargo la instancia última de la justicia, hacen gala de los mismos callos ante el reclamo ciudadano.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha evidenciado, en los últimos años, su absoluta desconexión con el espíritu y el corazón del pueblo al que debiera defender. En algunas resoluciones clave, sencillamente no ha estado en sintonía con lo que piensa y siente buena parte de la población decente de este país.
Por un lado, desechó el caso de Lydia Cacho y las violaciones a los derechos humanos de esa valiente mujer cometidos por el orangután que sigue siendo gobernador de Puebla
Y ahora, los mismos magistrados postergaron para después de sus sagradas vacaciones el decidir si se crea o no una comisión que investigue lo ocurrido en la Guardería ABC de Hermosillo. Para los señores jueces, sus vacaciones son más importantes que el agravio de docenas de padres. Para ellos el asolear sus voluminosos vientres en alguna playa está por encima del sentido de justicia que no sólo esos padres, sino la nación entera, esperan de tan augusto tribunal.
Lo dicho: quienes tienen puestos de responsabilidad en México, ni siquiera se enteran de qué quiere, qué le preocupa, qué agravia a quienes dicen gobernar. Y por eso México en realidad no tiene Gobierno.