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Malos tiempos para ser gay

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Cuando los homosexuales norteamericanos empezaron a luchar por sus derechos, allá por los años sesenta, como parte de su afirmación se dieron a sí mismos un nombre optimista: "gay", que hasta entonces sencillamente había significado "alegre" o "de buen talante". Tanto así que el bombardero B-29 que arrojó la primera bomba nuclear sobre Hiroshima, en 1945, se llamaba como la madre del piloto con un adjetivo que la describía: "Enola Gay".

El término se universalizó, de manera tal que la palabra sirve para definir a homosexuales y lesbianas de todas partes del mundo. Esas comunidades han seguido batallando para que se les reconozcan derechos y libertades de que gozan los heterosexuales, con desigual éxito. A cuarenta años de los motines de Stonewall, la primera instancia de lucha organizada contra la discriminación sexual, los grupos gays de muchas partes del mundo se encuentran en condiciones de notoria desigualdad, sometidos a persecución y con frecuencia sufriendo discriminación legal.

Dos noticias recientes dan una idea de contra qué tienen que luchar quienes tienen preferencias sexuales diferentes a las de la mayoría:

A través de una publicación de Internet, el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán aseguró que los homosexuales no tienen cabida en el Cielo. Que por haber escogido un camino antinatural, a pesar de lo muy buenos que hubieran sido en la Tierra, San Pedro les iba a marcar el alto a la hora de llegar al portón del Paraíso.

Tales afirmaciones levantaron ámpula, y no sólo entre las comunidades gays. Y es que andar sentenciando al infierno a grupos completos de personas no suena muy cristiano que digamos. Además de que en el canon oficial no hay una condena de ese tipo. ¿Y los sacerdotes pederastas, se preguntaron muchos, ésos sí pueden acceder a la presencia de Dios nada más por tener influencias?

Pero el arranque homofóbico del Cardenal Lozano no es nada si lo comparamos con una legislación que está a punto de ser aprobada en Uganda. Según esta ley, homosexuales y lesbianas que tengan relaciones con gente del mismo sexo pueden ser condenados ¡a cadena perpetua! Si el acusado además tiene HIV, puede ser sentenciado a muerte. La ley prohíbe "la promoción de la homosexualidad"... con lo que está poniendo en riesgo las campañas para prevención del Sida, que en Uganda como en buena parte de África es una auténtica epidemia. Cualquiera que no denuncie conductas o actos homosexuales puede ser sentenciado a hasta tres años de prisión. Y así por el estilo.

¿A qué se debe medidas tan draconianas? Como suele ocurrir, parece ser una cortina de humo para distraer a la población de otros problemas sustanciales. Y ¿qué mejor que agarrar como chivo expiatorio a una minoría que, de por sí, es castigada tradicionalmente en las sociedades africanas? Sin embargo, como que el Gobierno de Uganda se está pasando de rosca. Ya veremos si la legislación se aprueba, y cuál es la reacción internacional... que seguramente no será muy callada que digamos.

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