Para comprender mejor lo que está sucediendo en Medio Oriente es importante remontarnos al dos de noviembre de 1917, cuando el Ministro de Asuntos Exteriores Británico, en forma de una carta dirigida al multimillonario judío inglés Rothschild, declara, en nombre del gobierno de Su Majestad Británica, el propósito de su gobierno de hacer lo posible para formar en Palestina un “Hogar Nacional” para los judíos. En un párrafo de esta carta-declaración, se dice que estos planes se harían “sin perjuicio de las otras minorías existentes en Palestina”. Al respecto hay que señalar que estas minorías, a las cuales se refiere la declaración Balfour, eran el 92 por ciento de los habitantes de Palestina, ya que, la comunidad de religión judía en Palestina sólo formaba el ocho por ciento de los habitantes del país y poseía el 2.5 por ciento de la superficie total de Palestina. En esos momentos se abrieron las puertas a la inmigración judía de todas partes del mundo para iniciar el proyecto sionista de colonización de Palestina bajo el patrocinio, armamento, defensa y toda la ayuda posible por parte de Gran Bretaña.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial continúa la colonización de Palestina, pero ahora en una forma más hostil y violenta ya que el mandato inglés fomentó la creación de bandas sionistas militares y bandas terroristas que sembraron el pánico en las pacíficas aldeas que rodeaban Jerusalén. Surgen grupos terroristas como la Haganah, el Stern y el Irgum (que se transformaron con el paso de los años en los actuales partidos políticos que gobiernan Israel); entre sus dirigentes de este último grupo, el “más célebre” fue sin duda alguna Menahem Begin, que narra en sus memorias orgullosamente sus crímenes contra las poblaciones civiles palestinas. Con la misma fiereza e insensibilidad han actuado hasta la fecha todos los gobernantes de Israel. Recordemos que “el sionismo” es un movimiento político creado a fines del siglo antepasado, que contempla en sus postulados la creación del “Gran Israel”, que pretende abarcar desde el Nilo, en Egipto, hasta el Éufrates en Irak.
El 15 de mayo de 1948 surge el Estado de Israel, expulsando -con las armas que dejaron los ingleses, a más de un millón de palestinos de sus tierras, y como consecuencia directa se borra de todos los diccionarios del mundo el nombre de Palestina, sustituyéndolo por el nombre de Israel. Naturalmente, los Estados Unidos lo reconocieron veinte minutos después de su creación y a partir de ese momento se llamó “terrorista” a cualquier palestino que se atreviese a intentar recuperar por la fuerza lo que había perdido. Después de este suceso fueron llegando cada año 150 mil personas de religión judía de diferentes países del mundo para poblar el Estado de Israel. Así se estableció una nueva situación: un Estado de Israel consolidado, con todo el apoyo internacional, y un pueblo palestino en 64 campamentos de refugiados, viviendo en condiciones infrahumanas, mendigando entre las Naciones Unidas un poco de pan y un espacio en la arena para instalar sus tiendas. Debido a las limitaciones de espacio en este artículo, es imposible narrar todos y cada uno de los sufrimientos que ha padecido la población palestina hasta nuestros días, tan sólo señalaré lo siguiente: las naciones árabes -que eran y son sus hermanos, no sólo no acogieron bien a los refugiados palestinos, sino que sus gobernantes los persiguieron desde sus inicios como si hubieran orquestado el plan sionista para terminar con el pueblo palestino.
El pueblo hebreo siempre ha sido violento con las poblaciones vecinas, y los que tengan duda al respecto, que consulten el Antiguo Testamento. Gaza, la población más densamente poblada del mundo está sufriendo en estos momentos el azote de los ejércitos terroristas de Israel. Haciendo gala del material bélico más sofisticado, han asesinado a más de mil personas, de las cuales trescientos eran niños, doscientas mujeres y ciento cincuenta ancianos. Los heridos suman más de cinco mil. No les importa matar a los niños porque están convencidos de que si no lo hacen ahora, cuando ellos sean adultos defenderán con valentía la noble causa de su pueblo. Las fotografías que se reciben diariamente por medio del Internet, y que ellos no pueden controlar, son terribles y demuestran un odio muy grande hacia la comunidad palestina. A los israelitas no les importa lo que diga la ONU, ni las decisiones que tome, porque a final de cuentas Estados Unidos los apoya y los apoyará las veces que sea necesario con el injusto “derecho de veto” que siempre ha usado en contra de los palestinos, los apoyará con armamento y con dinero (seis mil millones de dólares anuales). Durante los bombardeos, no les importa impedir el paso de las ambulancias que llevan heridos hacia Egipto, y no les importó destruir con bombas tres escuelas que habían sido señaladas por la ONU para que no las atacaran, en las cuales se habían refugiado cientos de familias palestinas. No les importa lanzar bombas llamadas “de racimo” -cuyo principal componente es el fósforo blanco, sustancia prohibida en la Convención de Ginebra, por causar terribles quemaduras en la piel que llegan hasta el hueso (el que la recibe permanece muerto en vida).
Antes de este problema, durante dos años, Israel mantuvo un cerco criminal en la ciudad de Gaza, impidiendo a los palestinos salir, únicamente tenían dos horas de agua cada cinco días y no había medicinas ni comida. Les retenían la ayuda económica que llegaba de otros países y los hicieron caer en pobreza extrema. Antes de comenzar el bombardeo sacaron a todos los reporteros extranjeros para que no informaran al mundo de sus atrocidades, y posteriormente destruyeron la Universidad Islámica, sus mezquitas, sus hospitales y sus casas. Cuando los judíos intentan justificar la masacre que están cometiendo, de inmediato dicen: “que los palestinos les han arrojado miles de cohetes y que era ya insostenible tal situación”; pero no mencionan que cada año han estado usurpando una parte adicional del pequeño territorio que a los palestinos les quedó. Armados hasta los dientes, grupos de judíos siguen creando nuevos asentamientos que el mismo gobierno les autoriza. Aparte de eso, cuando edificaron la muralla de ocho metros de alto -supuestamente para protegerse, lo hicieron sobre espacio palestino, y por lo tanto, se apropiaron de cientos de kilómetros más de terreno. Esto sin contar la tala de miles de árboles de olivo que ellos tenían plantados. Una injusticia tras otra, les fue colmando la paciencia a los palestinos que viven prisioneros en Gaza.
El doctor Fares Ghanem -médico del hospital de Gaza, declaró hace diez días: “Vi que trajeron a mujeres y niños. Muchos de los heridos estaban mutilados y varios de los muertos estaban hechos pedazos. La morgue está saturada de cadáveres, ya no tenemos sangre para los heridos, los hospitales están destruidos y lo que queda de ellos no cuenta con medicinas”. Lo peor de este genocidio es que entre los escombros yacen actualmente los cuerpos sin vida de doce médicos palestinos que ya no podrán auxiliar a la población civil. Hace seis días, la ONU dejó de prestar servicios al darse cuenta que los israelitas destruyeron intencionalmente varios camiones de ese organismo que llevaban alimento y medicinas, asesinando a sus conductores. Próximamente habrá elecciones en Israel, y aunque usted no lo crea, lo que están haciendo ahora en Gaza favorece a sus actuales dirigentes. Está muy claro que cada quien tiene el gobierno que se merece.
Durante la primera tregua que duró cuatro horas, varios grupos de palestinos de Gaza salieron a las calles para buscar a sus heridos. En una de las casas destruidas encontraron a dos mujeres palestinas que ya tenían cuarenta y ocho horas de haber fallecido por los bombardeos, y junto a sus cadáveres, cuidándolas y llorando desconsoladas, sus pequeñas hijas menores de seis años. Cada día nos enteramos de una infamia adicional contra el pueblo palestino: ayer, los soldados israelitas concentraron a varias familias palestinas en una casa -diciéndoles que era para protegerlas de los bombardeos, y después de hacerlo, dieron la localización de la finca por radio a los soldados que estaban en los helicópteros para que la destruyeran, y así lo hicieron. En otro acontecimiento, cincuenta personas sufrieron quemaduras severas al desplomarse un edificio en llamas que acababa de ser bombardeado. ¡Algún día tendrán que rendir cuentas de sus actos al Señor de la Vida!
Mientras todo esto sucede, la comunidad internacional está actuando con la lentitud acostumbrada, y los Estados Unidos permanecen alertas para tumbar cualquier propuesta que beneficie a los palestinos. No les importa la cantidad de niños, mujeres y ancianos que morirán durante los siguientes días, no les importa que Egipto les haya cerrado el paso y que por lo tanto se hallan completamente atrapados sin salida. El grupo Hamas -que Bush etiquetó como “parte del Eje del mal”, no acepta mediadores internacionales porque tiene la experiencia de que siempre que han intervenido, culpan a los palestinos y excusan a Israel. Recordemos que Israel tiene -aparte del mayor arsenal del mundo, más de doscientas cincuenta bombas nucleares que podrían destruir el planeta en pocos minutos.
Tal vez en pocas épocas de la historia, la humanidad ha sido tan consciente de la necesidad de justicia como en los momentos actuales. Nuestro Señor Jesucristo nos dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”. Y nosotros que hemos visto sufrir al heroico pueblo palestino durante tantos años, añadimos: ¡Oh vosotros que sentís más pesadamente el peso de la cruz! Vosotros que sois pobres y desamparados, que lloráis al estar perseguidos injustamente, vosotros sobre los que se calla por no convenir vuestros lamentos a los poderosos, vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo, sois los preferidos del Reino de Dios, el Reino de la esperanza, de la bondad y de la vida.
Agradezco a todas las personas que se han acercado a mí para transmitirme su solidaridad con el pueblo palestino.
jacobozarzar@yahoo.com