"Como nación nos metimos en este lío por gastar e invertir dinero que no existía. No saldremos de él por hacer más de lo mismo."
Tom Coburn,
Senador de los Estados Unidos
En un punto fundamental, no ha habido un cambio de política con la toma de poder del nuevo Gobierno en Washington. El ex presidente George W. Bush pensó que podía resolver la crisis que él mismo ayudó a provocar arrojándole dinero. Barack Obama podrá ser muy diferente en ideología política a su antecesor republicano, pero su estrategia es la misma: arrojarle todavía más dinero al problema para ver si así se resuelve.
La crisis económica de Estados Unidos es producto, a mi juicio, de un Gobierno que a través de la creación artificial de circulante y de un gasto deficitario provocó una burbuja en el mercado hipotecario y en las bolsas de valores. Pretender arreglar esta crisis con mayor creación de dinero y mayor déficit de gasto es simplemente hundir a la economía todavía más en la crisis.
Hoy todos los políticos -tanto de izquierda como de derecha- se han vuelto keynesianos, como lo señalaba hace unos días en son de triunfo el economista Joseph Stiglitz, aunque por cierto no muy buenos kenesianos. Pretenden "resolver" cualquier recesión aumentando el gasto público.
Las recetas de John Maynard Keynes, sin embargo, pueden ser adecuadas para sacar de la recesión a una economía que se encuentre estancada por falta de liquidez, como ocurrió en los Estados Unidos en los tiempos de la Gran Depresión. No es el caso, sin embargo, con la actual recesión en los Estados Unidos. La economía no se tropezó por falta de liquidez sino porque se le forzó durante demasiado tiempo a crecer a base de masivas inyecciones de crédito. No estamos ante una economía que se estancó por falta de combustible sino de una que se "desbieló": la hicieron correr demasiado tiempo sin lubricante y le descompusieron las bielas al motor.
A pesar de que el dogma keynesiano se ha vuelto tan generalizado que hasta un presidente conservador, como Bush, recurrió a él, algunos empiezan a buscar otros marcos de explicación. En Davos, este 30 de enero, el historiador económico escocés Niall Ferguson señalaba: "Estamos cerrando los ojos a la realidad. Tenemos la falsa ilusión de que Keynes nos salvará. De que podemos ayudarnos a salir de un problema de exceso de apalancamiento con, lo adivinaron, más apalancamiento."
Apalancamiento significa deuda. Ferguson nos está diciendo, simplemente, que no se puede resolver un problema de exceso de deuda contratando más deuda. No es el primero que lo ha señalado. Robert Altman, ex subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, lo apuntó también en un artículo en la revista Foreign Affairs. Otras voces han empezado a levantarse ofreciendo la misma explicación. Tom Coburn, senador republicano, pero también médico, escribía en The Wall Street Journal refiriéndose a los programas de rescate a través de mayor gasto: "Una de las lecciones que he aprendido como médico es el peligro de tratar los síntomas en vez de la enfermedad."
No es poco el dinero que se le ha arrojado a la crisis nada más en los Estados Unidos. Bush aprobó en febrero de 2008 una devolución de impuestos por 168 mil millones de dólares, lo cual aumentó un déficit de presupuesto ya muy elevado. En octubre se le dio autorización al Tesoro de Estados Unidos para comprar 700 mil millones de dólares en activos bancarios deteriorados, dinero que también se ha usado para apoyar a la industria automotriz. El actual presidente Barack Obama está buscando un paquete adicional de gasto de 819 mil millones de dólares. Todos estos gastos se están cubriendo o se financiarán con nueva deuda. Además la Reserva Federal ha garantizado virtualmente todos los depósitos en el sistema bancario estadounidense. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto costará esta garantía.
Todo este dinero no ha servido para reactivar la economía. Si bien la recesión, que en enero cumplió formalmente 13 meses en los Estados Unidos, se aproxima ya a ser la más prolongada desde la Gran Depresión de los años treinta, la crisis parece estarse agravando todavía. En enero de este 2009 las empresas estadounidenses recortaron 522 mil empleos según el indicador ADP Employer Services. Las recetas keynesianas no han funcionado, por lo menos no hasta ahora.
La historia nos enseña algo, es que podemos esperar que Estados Unidos salga de la crisis tarde o temprano. La economía estadounidense sigue siendo una de las más competitivas del mundo. Lo que va a ocurrir cuando eso ocurra, sin embargo, es que los políticos, desde Bush hasta Obama, unidos en su fe en el dogma keynesiano de arrojarle dinero a los problemas, se levantarán el cuello y dirán que han rescatado al país. La verdad es que sólo habrán sembrado las semillas, a través de un brutal endeudamiento, para una nueva crisis.
El gobernador del Banco de México me dice que, al contrario de lo que yo he señalado, la baja de las tasas de interés no tiene nada que ver con la devaluación del peso. "Hay una mayor aversión al riesgo en el mundo. Se han depreciado todos los activos." Las informaciones sobre la inseguridad en el país, o las afirmaciones de que México es un Estado fallido, han ayudado a generar incertidumbre. Pero "el problema no es el nivel de las tasas de interés". Éstas se redujeron porque la inflación empezaba ya a declinar.
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