"Los solteros deberían pagar más impuestos. No es justo que algunos hombres sean más felices que los otros."
Oscar Wilde
¿Para qué necesitaba México en 2007 una reforma fiscal? ¿Para recaudar más dinero y permitirle al Gobierno gastar más? Difícilmente. El Gobierno es muy ineficiente en su gasto. La única razón por la que necesitábamos una reforma fiscal, y la seguimos requiriendo, era para construir una economía más productiva que nos dé a los mexicanos mayor prosperidad.
La reforma de 2007, que el Gobierno y los legisladores nos presentaron como un gran triunfo, distó mucho de alcanzar estos propósitos. De hecho, sólo duró dos años. Hoy el Gobierno está buscando una nueva, aunque ya no se atreve siquiera a designarla reforma.
El problema es que lo que propone el Gobierno tampoco es un paso en la dirección correcta. Se trata de un alza de impuestos que en nada ayuda a construir un país más productivo.
Homologar el IVA a todos los productos y servicios es una buena idea. El IVA es el impuesto más eficaz y el más equitativo porque grava más a quien más consume y porque los poderosos no lo pueden evadir. Pero el impuesto del 2 por ciento al consumo no sólo lleva la tasa combinaba con el IVA a más del 17 por ciento sino que crea una doble contabilidad que complica el sistema. Pero como ya sabemos que el PRI y el PRD rechazarán el nuevo impuesto en alimentos y medicinas, al final lo único que quedará será un aumento del IVA con un sistema más complicado.
Aumentar la tasa del impuesto sobre la renta equivale, una vez más a atacar la inversión y el trabajo de los contribuyentes cautivos. Subir los ya excesivos impuestos especiales a la cerveza, las bebidas alcohólicas y los cigarrillos es continuar una política distorsionadora que ha provocado, en el caso de las bebidas alcohólicas, el surgimiento de un mercado negro que se ha convertido en un problema de salud pública. Imponer un impuesto especial a las telecomunicaciones no sólo es un injusto golpe a algunas de las pocas industrias que están creciendo en el país, como la Internet, la televisión por cable y la telefonía celular, sino que impedirá que estas tecnologías alcancen mayor penetración y aumenten la competitividad del país.
La única medida destinada a combatir la evasión dentro del nuevo paquete es el incremento del impuesto sobre depósitos en efectivo, el IDE, del 2 al 3 por ciento. Pero esto no es suficiente para realmente lograr que la economía informal aporte de manera adecuada al mantenimiento del Gobierno.
Hacienda está proponiendo un recorte importante en los gastos, de 218 mil millones de pesos. Esto es positivo, pero el recorte no puede aplicarse realmente en donde es necesario debido a que en México es imposible despedir a trabajadores de base del sector público. El cierre de la Secretaría de Turismo, por ejemplo, sólo hará que se transfiera a Economía la mayoría de los trabajadores.
Entiendo las dificultades financieras a las que se enfrenta el Gobierno. Pero ya no podemos permitir que todas las crisis se enfrenten con aumentos de impuestos de una población cautiva que ya paga gravámenes excesivos sin recibir del Gobierno servicios siquiera cercanos a lo que aporta.
Nos dicen que hay que pagar más impuestos para que el Gobierno tenga más dinero para combatir la pobreza. Pero ésa es demagogia. La pobreza no se combate con dádivas sino con inversión, crecimiento y empleos. Y entre más dinero se queda el Gobierno de lo que produce la sociedad, menos inversión, crecimiento y empleos se generan.
Ahora resulta que el secuestro del avión de Aeroméxico es un compló, como lo fue la epidemia de influenza con anterioridad. Lo que buscaban los perversos hombres del poder al urdir estas conspiraciones era ocultar el alza de impuestos como antes quisieron evitar la discusión sobre la crisis económica. Uno pensaría, sin embargo, que si estos poderosos montaran un compló se buscarían a un secuestrador mejor que José Mar Flores.
