La mula no era arisca, la hicieron. El generalizado descontento de la ciudadanía se manifiesta de muy diversas maneras: baja concurrencia el día de elecciones, bajísima estima de la labor política, indiferencia hacia las cuestiones públicas. Luego de mucho batallar para crear sistemas democráticos confiables, y de gastar toneladas de dinero en ello, el mexicano promedio no siente sino desprecio hacia la clase política, y muy poca confianza en las instituciones que rigen los asuntos públicos.
El desencanto que ha seguido a las altas expectativas generadas por la alternancia tiene un montón de explicaciones. La manera en que se desmadejó, pervirtió y castró al IFE es una de ellas. Pero quizá la más notoria es que la clase política mexicana sigue mostrando su voracidad e insensibilidad un día sí y el otro también. Y como en este país no pasa nada, nadie es responsable, nadie teme un castigo, ese cinismo aflora por todos lados. Y ello le ha venido llenándole el buche de piedritas a una ciudadanía que se siente impotente para mejorar la manera en que se hacen las cosas en este país.
Para muestra, toda una mercería de botones que han aparecido en los medios de comunicación en los últimos días, y que en países civilizados hubieran indignado a la población. Aquí, nada más nos da coraje y no se hace nada al respecto:
Los diputados federales salientes, todos, van a recibir un bono cercano al medio millón de pesos. Es lo que les corresponde por el ahorro realizado en los últimos tres años. Lo cual estaría bien, si sólo fuera su dinero. El caso es que por cada peso que ahorran de sus salarios, la Cámara pone la misma cantidad de una partida destinada para ello. O sea que si un legislador ahorra diez mil pesos al mes, de nuestros impuestos salen otros diez mil pesos. ¿Por qué? ¿Qué justificación tiene ese atraco? Ah, que ellos solitos se aprobaron ese premio a su constancia y previsión para el futuro, cuando dejen de vivir como parásitos del erario público.
Los diputados federales del PAN de la legislatura saliente se lanzaron con todo y familias a la Rivera Maya a "hacer un análisis de su trabajo" durante los últimos tres años y despedirse mutuamente. Por supuesto, en plena crisis, un desplante de este tipo, incluso pagado con sus generosas dietas, es una cachetada guajolotera a los mexicanos que no pudieron salir ni a Raymundo por causa de la crisis.
Para no quedarse atrás, los 17 panistas miembros de la Asamblea de Representantes del DF se pagaron un viajecito de despedida a Los Cabos con el presupuesto de ese organismo.
Si Manuel Gómez Morín se enterara de lo que hacen los blanquiazules, se volvería a morir. Y a nosotros, nada más se nos hace piedra el hígado del coraje. Qué poca, la verdad. Qué poca.