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Más pobres y más desiguales

Plaza pública

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Que lo diga con certidumbre Juan Villoro desde sus varias y espléndidas artes, pero quizá no es casual que el equipo mexicano de futbol sólo haya vencido recientemente, en su ardua peregrinación hacia Sudáfrica, a selecciones de países más pobres que México. Nicaragua y Haití, las solas víctimas del ineficaz e indolente balompié tricolor cuentan entre las naciones con menores ingresos por cabeza en este continente. Aturde el solo pensar que llegue un momento en que ni siquiera a esos países pueda México vencer, y atormenta el anticipar que ese resultado corresponda a un empobrecimiento mayor de México que el padecido en Centroamérica o el Caribe. Pero no es imposible que eso ocurra. Por lo pronto, hoy tenemos noticia oficial de que vamos hacia atrás, de que los pobres se empobrecieron en 2007 y en 2008. Decirlo no resulta del rencor opositor, de la incomprensión a los esfuerzos gubernamentales de un partido cuyo lema aludía, si alguien lo recuerda, a una "patria generosa". La pauperización ha sido revelada por las cifras emitidas desde el Gobierno mismo.

Según parece, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (que conserva su sigla de INEGI) esperó a que pasaran las elecciones para dar a conocer el resultado de su Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2008, presentada el jueves pasado. Y es que los crudos guarismos de esa investigación muestran el doble fracaso de la política social de este Gobierno, obsedido por la inseguridad y distraído del combate a sus causas. Si los votantes hubieran tenido claro el deterioro en los niveles de vida de los más pobres (los cuales tienen plena conciencia de eso, porque lo viven en carne propia), tal vez el resultado electoral, tan adverso al presidente y su partido, hubiera sido peor.

En los dos últimos años el ingreso de los mexicanos más pobres, cuyos hogares sobreviven con seis mil pesos al mes disminuyó 1.6 por ciento. Esa reducción fue peor en los segmentos más bajos de aquel decil (que es el nombre dado por los estadísticos a cada una de las diez franjas en que dividen el universo a medir), pues las familias que tienen un ingreso de dos mil pesos al mes sufrieron una baja en sus ingresos del ocho por ciento en relación con el 2006. En contraste, en el decil de ingresos más altos, donde se hallan quienes ganan más de cuarenta mil pesos al mes (133 mil 048 pesos al trimestre) no hubo alzas ni bajas respecto de aquel año. Los situados inmediatamente abajo, en el noveno decil, el promedio de casi veinte mil pesos al mes (19,727 exactamente) se beneficiaron con una tenue, casi imperceptible alza de 0.2 por ciento. Fue poco, pero es un aumento. En la parte inferior de la pirámide social, la más ancha por más poblada, al haber menores ingresos, el gasto disminuyó al pasar, como promedio trimestral, de 25,179 a 21,984.

El empobrecimiento así registrado es lo opuesto a las metas explícitas del Gobierno, a cuyo logro se han destinado recursos crecientes. De allí que cabe hablar de un doble fracaso: por un lado los pobres son más pobres y por otro se desperdicia el esfuerzo financiero que debería conducir al resultado contrario. Los recursos de la Secretaría de Desarrollo Social se duplicaron: crecieron de 24 mil a 50 mil millones de pesos, y el gasto social en general (que incluye las erogaciones de otras secretarías), pasó en el lapso considerado -los dos años de la actual administración- de ochenta mil millones de pesos a doscientos ocho mil millones.

Para analizar la encuesta de ingresos y gastos de los hogares, y a partir de ella la política social del Gobierno de Calderón, el diario Reforma convocó a académicos y activistas sociales, que se reunieron el jueves pasado y de cuyo intercambio de información y reflexiones se dio cuenta al día siguiente. El economista Gerardo Esquivel, profesor-investigador del Colegio de México criticó la aplicación de los programas sociales: "Lo que se demuestra es la ineficacia para abatir la desigualdad". Al examinar los niveles de vida de los beneficiarios de tales programas "se ve cómo su contribución a la igualdad es menor". La causa es que "los programas sociales están siendo muy poco efectivos porque los recursos no siempre están bien focalizados y a veces en lugar de contribuir a abatirla (la desigualdad) ayudan a incrementarla, o no impactan".

Para Alberto Serdán, investigador de Propuesta Cívica, una organización civil que busca promover la participación ciudadana en asuntos de interés público matizó ese punto de vista, diciendo que "quizá el problema no es la focalización, sino el diseño de los programas". Los de la Sedesol merecen menor consideración que los de la secretaría de Salud. En una escala de uno a diez, éstos obtuvieron la calificación de 6.3 mientras que aquéllos apenas llegaron a 3.7, por debajo del promedio del Gobierno federal que es de 4.9 por ciento".

Héctor Nájera, del Observatorio de política social y derechos humanos, e Israel Banegas, del Colegio Mexiquense, concordaron en que la mejor manera de abatir la desigualdad es la creación de empleo. Banegas aseguró que Oportunidades, el programa "estrella" de la Sedesol "nunca tuvo como componente principal atacar la desigualdad sino acabar con la pobreza futura", con aliento a la educación entre otros factores. Pero, concluyó con sarcasmo: "los primeros graduados de Oportunidades entran a un mercado laboral deprimido. ¡Felicidades!: están educados, alimentados, pero no hay trabajo".

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