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FEDERICO REYES HEROLES

¿Tiene el Estado mexicano control sobre cada rincón del territorio nacional? No. Un planteamiento radical recibe una respuesta obligada por la lógica. ¿Tienen los Estados Unidos control sobre cada rincón de su extenso territorio? Tampoco. Basta con recordar que desde hace décadas su frontera sur es cruzada por cientos de miles de inmigrantes. Si hubieran tenido control sobre cada rincón del territorio los pilotos que perpetraron los atentados de 11 de septiembre no hubieran encontrado los sitios para su entrenamiento básico y no hubieran podido matar a miles de personas en los corazones de Nueva York o Washington e irse contra el Pentágono, edificio insignia del ejército mejor equipado y más poderoso que ha visto la humanidad.

¿De qué estamos hablando? La semana pasada el presidente Calderón y su secretario de Gobernación salieron a responder a Dennis Blair, director nacional de Inteligencia de Obama. La molestia de los dos servidores es comprensible porque la aseveración de Blair fue tan vacua como inoperante para las relaciones diplomáticas. El planteamiento maximalista que está detrás es inaplicable a cualquier Estado-Nación. Ningún Estado-Nación puede presumir de tener un control total de su territorio y que por lo tanto nada escape al imperio de la Ley, inmaculado vamos. Es Utopía; U-topos, no existe tal lugar.

La molestia presidencial y de Gómez Mont es explicable porque desde hace algunos meses ronda una noción salida de un poco conocido tanque de pensamiento de la que seguro el lector ya ha oído: "Estado Fallido". Usada con cautela la expresión puede ayudar a distinguir formaciones estatales sólidas y débiles. Recordemos que hace apenas un siglo había alrededor de 65 Estados, muchos de ellos enormes y de rasgos imperiales.

El siglo XX se caracterizó por la multiplicación de los Estados-Nación en parte como producto del colapso de los grandes imperios y la independencia de las colonias. Acabamos el siglo con más de 190 Estados registrados en la comunidad internacional. Si tomáramos el rasero del Estado Fallido por ejemplo en lo que se refiere al control sobre las fronteras o la capacidad de imposición de los gobiernos centrales existentes, lo más probable es que la gran mayoría no pasaría la prueba. Sin embargo, hay enormes diferencias.

Las respuestas de carácter casi binario sirven de poco en el análisis. Ni México ni Estados Unidos tienen pleno control sobre sus fronteras sur, ¿son acaso Estados Fallidos? Ni México ni Estados Unidos tienen control sobre los complejos aparatos de distribución de droga. México enfrenta grandes cárteles que están hoy a la vista y también un severo problema de narcomenudeo.

Según los funcionarios estadounidenses podría haber alrededor de 450 mil mexicanos involucrados. Puede ser. Pero la pregunta que nos hacemos de este lado de la frontera es cuántos son los socios del otro lado. La respuesta estadounidense tradicional es que allá caen muchos pequeños todos los días. Pero y qué pasa con los grandes que bajan los cargamentos de aviones, tráileres, barcos o lo que sea. En la misma comparecencia ante la Cámara de Representantes Thomas A. Shannon, subsecretario de Estado, afirmó que la actividad ilegal ya toca a 230 ciudades de los Estados Unidos. Ahora falta hacer la cuenta de cuántos cientos de miles de personas participan allá en la actividad que escapa al control del Gobierno central de la mayor potencia del mundo.

Mejor maticemos en beneficio de las dos naciones. Afirmar que Calderón no gobierna parte del territorio nacional es válido, pero inútil como recordar que durante los años sesenta grandes zonas de la isla de Manhattan quedaron fuera del control de la Policía de Nueva York y que ni los gobernadores de la entidad, ni el presidente en turno podían pisar esos territorios. ¿Estado Fallido? Seamos cuidadosos.

Todos los días miles de personas viajan a Cancún, Matamoros, Tijuana y no despegan con la duda de que el avión será derribado al acercarse a su destino o que el aeropuerto esté en manos de grupos subversivos.

No intento minimizar el horror que estamos viviendo y que ha logrado sacudir a la sociedad mexicana. Tenemos severos problemas de seguridad pública en varias entidades. Hay ciudades peligrosas. Lo de Juárez es vergonzoso. La contabilidad de muertos es espeluznante: alrededor de 10 mil en dos años de los cuales poco más de 7 mil corresponden a individuos vinculados con el narcotráfico; alrededor de 2,500 ciudadanos eran inocentes y alrededor 500 miembros de Fuerzas Armadas o de las diferentes corporaciones policiales.

El escenario es terrible pero, paradojas de la vida, incluso en este infierno pareciera haber algunas buenas señales. Hay ciudades y áreas de ciudades en las cuales, después de una serie de operativos del Ejército, los moradores se sienten mucho más seguros. La pregunta es cuál es la salida de largo plazo. Sugiero la lectura de The Economist de la semana pasada.

Esa salida de largo plazo pasa por la aceptación por parte de los países consumidores de que en ellos está el origen del problema. Pasa por el reconocimiento de que sólo acciones coordinadas de tipo internacional tendrán un verdadero efecto. Pasa por una actitud de los servidores públicos de los Estados Unidos y de México hacia el asunto.

En las últimas semanas ha habido señales encontradas, palabras amables del presidente Obama hacia el Gobierno de México, pero también el recorte del presupuesto del Plan Mérida. ¿Por fin? Queda claro que, para entendernos mejor, debemos matizar las expresiones, no usar comparaciones de moda, pero insolventes como equiparar a México con Pakistán, no permitir que las palabras se conviertan en muros.

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