"Se dice que el tiempo es un gran maestro; lo malo es que va matando a sus discípulos."
Hector Berlioz
La culpa no es de los maestros sino de las escuelas normales. Esto lo dice la presidenta vitalicia del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE). Sea como fuere, el nivel de la instrucción en México es pésimo. Así lo demuestra la propia maestra Elba Esther Gordillo cuando lucha por pronunciar la palabra "epidemiológico" (¿qué hay de malo con "epimediológico"? nos preguntará) o cuando lee "influencia AHLNL" en vez de influenza A H1N1.
El Examen Nacional de Habilidades y Competencias Docentes es un paso en la dirección correcta. Los malos resultados de la mayoría de los participantes son consecuencia de un pésimo nivel de la educación en nuestro país que se ha reflejado en pruebas nacionales e internacionales como PISA, Enlace y ahora el concurso para plazas docentes.
Es inquietante que un 75 por ciento de los 123 mil que presentaron este último examen no hayan obtenido un resultado adecuado para dar clases. Es verdad que sólo un 4 por ciento fue considerado abiertamente inaceptable, pero un 71 por ciento requiere de nivelación académica. Sólo el 25 por ciento cuenta con el nivel adecuado para impartir cursos.
Los 31 mil aspirantes en este grupo permiten escoger a maestros para las 24 mil plazas disponibles. Pero preocupa que un 35 por ciento de quienes participaron en el examen son ya maestros que buscan otras plazas y que seguirán dando clases.
El problema de la educación en México no es genético. Los mexicanos no portamos alguna tara heredada que nos impida aprender. Cuando los mexicanos tienen acceso a un sistema educativo razonable, su desempeño puede ser excepcional. En estos últimos días hemos visto el caso de José Hernández Moreno, hijo de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos educado en escuelas públicas de California que después de obtener resultados académicos de excelencia es hoy astronauta de la NASA.
Para mejorar la educación de nuestro país el primer paso es lograr un sistema más racional de selección de maestros. Que hoy empiece a aplicarse un examen de oposición es un avance. Es absurdo que con anterioridad las plazas eran heredadas o vendidas por miembros del sindicato de maestros. Y es lamentable que en entidades que se cuentan entre las más marginadas en materia educativa, como Oaxaca y Michoacán, el sindicato de maestros se haya negado a permitir que las nuevas plazas se asignen por examen.
El concurso de selección, sin embargo, sólo tendrá un beneficio temporal. Una vez que los nuevos maestros ocupen sus plazas podrán conservarlas toda la vida sin importar su desempeño La posibilidad de que se apliquen evaluaciones para hacer una limpia y destituir a los peores maestros ni siquiera se ha planteado. Un maestro malo puede pasar más de 25 años en las aulas dañando la instrucción de miles de niños hasta que su retiro permita la contratación de uno mejor.
Pero cómo quejarnos de las plazas que se ocupan perennemente si la propia presidenta del SNTE, que ha sido suficientemente valiente para impulsar el examen de oposición, ocupa su cargo de manera indefinida. Con este ejemplo, difícilmente podemos esperar que se introduzca un sistema que depure a los maestros inaceptables que ya están dando clases.
México ha hecho un enorme esfuerzo por ampliar la cobertura del sistema educativo nacional. Esto es positivo. Pero al trabajo más difícil será elevar el nivel de esta instrucción masificada. Para esto es necesario tener buenos maestros.
Lo nombró inicialmente el republicano George W. Bush. Hoy lo ha confirmado para otros cuatro años el demócrata Barack Obama. Puede uno objetar algunas de las decisiones de Ben Benanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, pero nunca es prudente cambiar de timonel en medio de una tormenta. ¿Lo pensará así el presidente Calderón cuando deba tomar la decisión de quién se quedará como gobernador del Banco de México?