Mesura, por favor

Hace algunos años recibí la visita de un amigo muy querido, árbitro de futbol de origen español, quien permaneció por varios días en nuestro país llenando sus ojos de maravillas y tratando de entender la compleja idiosincrasia del mexicano común y sus tremendas paradojas.

Para no hacer el cuento largo, pues con las reflexiones de mi hispano contlapache se podría escribir un tratado de varios tomos, sólo me referiré al azoro que le producía la capacidad de nuestra raza para cambiar, de un momento a otro, su estado de ánimo.

Esa facilidad para viajar de una depresión rayana en el suicidio a una desbordada alegría que no conoce límites es una característica muy nuestra y Manolo (no se podía llamar de otra manera) la ejemplificaba con el mal de amores.

Un mexicano de raza pura tiene que saber cómo sufrir por una mujer. Empezaría por añorarla, rogarle, suplicarle e incluso, en un arranque de dignidad, castigarle con el látigo de su desprecio. Esto indefectiblemente lo llevará al alcohol que, combinado con la música de, digamos, José Alfredo Jiménez, produce un efecto avasallador.

Cuando la tristeza parece ahogar a nuestro personaje, se echa un trago de tequila al más puro estilo Pedro Infante, se limpia la boca con el dorso de la mano y anuncia con estentórea voz: "Que me traigan el mariachi, vamos a llevar gallo".

Y es aquí donde opera de forma increíble la transformación; los gritos y las canciones tienen su momento cumbre cuando la infeliz enciende la luz o ya de plano abre el balcón. El sufrido galán se encarama en la escalera de la ilusión y vuelve a ser completamente feliz, por lo menos hasta el próximo descolón que le dé la fémina.

Esto viene a cuento por las desmesuradas reacciones que produjo, en la afición y algunos sectores de la prensa, el triunfo de México ante Costa Rica.

La duda era el sentimiento reinante en el colectivo nacional y los cuestionamientos a la capacidad de técnico y jugadores poblaban las charlas de café. Ahora resulta que venciendo a los ticos, Sven será postulado para presidente y a Omar Bravo le harán una estatua de cuerpo completo allá en Los Mochis, Sinaloa, ¡Hágame usted favor!

Lo cierto es que el Tri jugó mejor, se manejó con orden y tuvo la contundencia necesaria para doblar a un rival que ofreció escasa resistencia.

Yo considero que el mejor estado de ánimo es la calma. Ni eran tan malos antes del sábado, ni están para ganar el Mundial ahora, simplemente se debe esperar una mejoría y, de la mano de los buenos resultados, calificar a Sudáfrica sin sobresaltos.

Viene ahora la visita a San Pedro Sula y no es improbable un resultado adverso, dado el cambio diametral que los verdes tienen cuando juegan en patio ajeno.

Pero, insisto, en caso de producirse la derrota, no es para rasgarse la ropa y pedir a voz en cuello renuncias y corte de cabezas. Simplemente así es nuestro futbol y con lo que hay debe alcanzar para estar en el Mundial. Mesura, por favor.