"He sido recibido, he sido adoptado por los Estados Unidos."
Arnold Schwarzenegger
Los Ángeles.- Este primero de enero de 2009, según el U.S. Census Bureau, la población de Estados Unidos alcanzó los 305.5 millones de personas. De ellos, cerca de 30 millones, casi un 10 por ciento, son mexicano-estadounidenses. Mientras la población estadounidense en conjunto crece 0.9 por ciento al año, la de origen mexicano lo hace a más de 3.6 por ciento.
Según el último censo, los residentes en Estados Unidos nacidos en México eran 8.8 millones en 2000, el 30 por ciento de los nacidos en el extranjero. Las personas que se identificaban como mexicano-estadounidenses, aun cuando hubieran nacido en la Unión Americana, sumaban 20 millones. La diferencia era los hijos de los inmigrantes del pasado.
Para 2008, según el Pew Hispanic Center, el número de nacidos en México era ya de 12.7 millones, el 32 por ciento de todos los nacidos en el extranjero. De ese total, 5.7 millones se encontraban en la Unión Americana de manera legal, mientras que 7 millones eran indocumentados.
Para México la emigración ha significado que el 11 por ciento de las personas nacidas en nuestro país vivan actualmente en los Estados Unidos. Esta emigración ha significado una válvula de escape que ha impedido quizás explosiones sociales ante una economía estancada por décadas, pero también ha significado una pérdida de la población más audaz y creativa.
No debería sorprendernos la resistencia en los Estados Unidos a la invasión mexicana. El crecimiento ha sido vertiginoso. En 1960 México era apenas el séptimo país de origen de los extranjeros en Estados Unidos. Hoy es por mucho el primero. En 1970 residían en la Unión Americana solamente 760 mil nacidos en México, el 8 por ciento del total de extranjeros. Para 2008 este número había aumentado 17 veces, a los 12.7 millones ya citados. En 2008 los mexicanos eran el 21 por ciento de los inmigrantes legales y el 59 por ciento de los indocumentados.
Si México hubiera tenido una avalancha tan grande de extranjeros en un período tan corto, las resistencias habrían sido sin duda mayores. Cuando hemos tenido flujos mucho menores de extranjeros -argentinos, chilenos, centroamericanos- la reacción de los mexicanos ha sido muy negativa. En el México de hoy menos del 1 por ciento de la población ha nacido fuera del país. En Estados Unidos esta cifra es cercana al 12 por ciento.
La afluencia de inmigrantes a la Unión Americana, especialmente la de mexicanos, ha tenido consecuencias positivas. Una de las razones por las cuales la economía estadounidense ha tenido un crecimiento económico superior al de la mayoría de los países desarrollados, ha sido esa corriente migratoria que le ha dado juventud y vigor a la fuerza de trabajo. Pero la avalancha de mano de obra barata ha llevado también a una declinación relativa de los sueldos de los trabajadores.
La emigración de México a los Estados Unidos sufrió una caída de 25 por ciento en los 12 meses concluidos en agosto de 2008 (New York Times, 14.05.09). No parece esto, sin embargo, una tendencia definitiva, sino una simple consecuencia de la crisis. Pocos mexicanos están dejando la Unión Americana para regresar a México. Quienes ya están en los Estados Unidos prefieren quedarse a buscar un empleo incierto que volver a la falta de oportunidades al Sur de la frontera. Siempre se quejarán del trato que reciben en Estados Unidos, pero es mejor que el que se les da en su propio país.
VISAS CANADIENSES
Rodrigo Haro escribe: “Canadá tiene un programa de inmigración muy bueno. Yo mismo obtuve en el mes de mayo la visa de residente permanente como trabajador calificado… Todo tiene un límite y Canadá llegó al suyo.”
Teresa Echeverría, a su vez, señala: “Jamás en mi vida me han tratado peor. Ayer estuve seis horas en la fila mojándome… Nos citaron a todos a la misma hora. Éramos mil personas a las tres de la tarde con el mismo papelito. ¿Cómo es posible hacer esa estupidez?”
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