MICHIGAN, EU.- Próspero Galeana consiguió trabajo lavando platos en un pequeño restaurante mexicano, pero pronto demostró que era mucho más útil llenando esos platos con bocados deliciosos que limpiándolos.
"Inventó un guisado único", comentó el dueño del restaurante Taco Especial, Juan García, sentado entre piñatas y sombreros mexicanos. "Cocinamos la carne por dos horas y le agregamos pimientos verdes cebollas y ajo. Ajo fresco, no en polvo. Es delicioso".
"Es muy dedicado a su trabajo", dijo García. "No creo que pueda encontrar otra persona que trabaje tan duro".
Pero podría verse obligado a buscarla. Galeana, quien tiene 54 años y lleva 17 trabajando en Taco Especial, corre peligro de ser deportado si se le niega el permiso de residencia que solicitó aduciendo que tiene talentos culinarios que ningún estadounidense puede aportar.
Una forma de obtener la residencia es si el empleador de alguien auspicia la solicitud y afirma que el empleado aporta conocimientos únicos.
El caso cayó en un área nebulosa ya que el gobierno dice que, si Galeana tiene tantos conocimientos, el restaurante no está en condiciones de compensarlos.
Galeana y García apelaron ese fallo y le solicitaron a un juez federal de Detroit que ordene al Servicio de Ciudadanía e Inmigración que reabra el caso.
"Sus antecedentes son impecables. ¿Qué diablos quiere el gobierno?", afirmó García, de 60 años, visiblemente molesto. "Me siento muy frustrado. Este es el tipo de personas que queremos tener en este país".
"Mi trabajo es mi vida", dice Galeana, con delantal blanco y una gorra de los Tigres de Detroit.
El gobierno aprueba unos 140.000 permisos de residencia permanente al año para personas con aptitudes especiales. Pero no es un trámite fácil.
Taco Especial debió demostrar primero que no podía encontrar ningún estadounidense capaz de hacer el trabajo. García dijo que uno de los postulantes no respondió cuando lo llamó, otro llegó 45 minutos tarde y un tercero "no tenía recetas propias". Las autoridades laborales aceptaron que ningún estadounidense reunía las aptitudes de Galeana.
El caso pasó entonces al servicio de inmigración. García presentó sus declaraciones impositivas de años, junto con declaraciones bancarias, para demostrar que su restaurante en un suburbio de Detroit era un negocio próspero.
Taco Especial reportó ingresos anuales de más de 350.000 dólares, pero declaró pérdidas por la depreciación de sus bienes, lo que constituye una práctica contable común.
"Son pérdidas en los papeles, no de efectivo", dijo la abogada del restaurante, Caridad P. Cardinale.
Pero el gobierno no lo vio así y dictaminó que el restaurante no podía pagar 25 dólares la hora, lo mínimo que debe ganar un cocinero extranjero para que le den la residencia. Galeana gana poco menos de 20 dólares la hora.
"No distinguen entre un cocinero de un restaurante mexicano y un chef de un restaurante francés de cinco estrellas. Ese es uno de los problemas que tenemos", expresó Joel Stewart, abogado de Miami especializado en temas de inmigración.
García asegura que puede pagar 25 dólares la hora. Pero esa afirmación fue rechazada por un funcionario de inmigración de Texas sin haber visitado el restaurante ni haber hecho entrevista alguna. En enero se denegó un pedido de que ese fallo fuese reconsiderado.
"Si pudiésemos hablar con alguien, esto se resolvería con un mínimo de sentido común", declaró Cardinales. "Es un negocio serio. Pueden venir a investigar cuando quieran".
En su respuesta a la demanda, la procuraduría nacional dijo que hay soluciones posibles sin necesidad de recurrir a un juicio. Un juez fijó una audiencia para el 26 de mayo.
Galeana ingresó a Estados Unidos por California en 1988, luego de trabajar cinco años en la cocina de un restaurante de Jalisco. Consiguió empleo en una fábrica textil de Nueva York y en 1991 se radicó en Detroit, donde tiene parientes.
"Es más seguro aquí. Uno puede hacer una vida decente", expresó Galeana, quien en Detroit conoció a la que es hoy su esposa, María.
Inicia cada jornada con una oración, rezando frente a un crucifijo, una vela e imágenes de la Virgen María, a pasos de una parrillada en la que cocina una de sus especialidades, enchiladas que hace a mano.
"En cualquier otro lugar, las compran hechas", afirmó García. "Aquí no usamos micronondas" para calentar comida cocinada en otro sitio.
Un cliente habitual, Terry Kilbride, un ingeniero de 50 años, no necesitó un menú cuando se sentó en una mesa. "Enchiladas con carne, queso y cebolla", expresó. "Es una comida muy auténtica. Uno viene, la come y se va de vuelta al trabajo".
Galeana dijo que le gusta el ritmo intenso de una cocina.
"Hay que trabajar rápido para que las cosas no se quemen", señaló.
Cuando se le pregunta por su caso de inmigración, responde: "Eso está en manos de Dios".