Los sucesos de la semana pasada ocurridos en Michoacán nos obligan a hacernos una pregunta que hasta hace poco nos parecía impensable: ¿nos encontramos los mexicanos en un estado de guerra?
Que la captura de un capo haya provocado el ataque frontal y directo a instalaciones de las fuerzas de seguridad del Estado mexicano; y que un delincuente líder ofrezca públicamente pactar con el Gobierno, nos obliga a plantearnos la situación del país desde una nueva perspectiva.
Y es que, hasta la semana pasada, el crimen organizado (que evidentemente está mejor organizado que el Estado mexicano) no se había dignado pelearse frente a frente con las fuerzas de seguridad. La mayoría de los policías y soldados caídos en la lucha contra el narco morían en enfrentamientos fortuitos, o cuando ellos iban a buscar a los malosos. No al revés. Ahora son los delincuentes los que, aprovechando su superioridad en capacidad de fuego, buscan cazar a quienes portan uniforme.
Además, la situación apunta a un agravamiento de la violencia en todo el territorio nacional. Y de acuerdo a las estadísticas, estando las cosas como están, ya podría hablarse de una guerra en forma.
En México han muerto más personas de manera violenta en los últimos tres años, que las bajas que ha tenido el Ejército de Estados Unidos en Irak y Afganistán en los últimos seis. Si decimos que los gringos están en guerra, ¿qué podemos decir de lo que ocurre aquí?
Se puede argumentar que la mayoría de esos muertos pertenecen al bando de los delincuentes. Y que una buena parte de esos difuntos fueron abatidos, precisamente, por otros criminales. Que los malos maten a los malos de alguna forma reconforta a algunas personas. Sin embargo, ello no elimina el hecho de que esas muertes ocurren en nuestras calles, en nuestras colonias, en nuestras ciudades.
También se puede alegar que la mayoría de los ciudadanos no ha alterado sustancialmente su forma de vida. Pero la verdad es que muchos de nosotros hemos sentido, por primera vez, el temor de que algo malo nos suceda, dentro o fuera de nuestras casas.
Quizá lo único bueno de todo ello es que, al contrario de lo que ocurrió en Colombia en los años ochenta, el crimen organizado no ha recurrido al terrorismo en contra de civiles. Las explosiones de granadas durante la noche del Grito en Morelia parecen haber sido una excepción aislada. Al menos eso nos hicieron creer las autoridades
Así pues, hemos de preguntarnos si ya estamos en una situación de guerra. Y actuar en consecuencia. Pobre México.
