Como parte de la repulsa generalizada al engendro fiscal que nuestros notables diputados aprobaron la semana pasada, varios capitanes de industria mexicanos se lanzaron a llenarlo de lodo. Y no eran unos capitanes cualesquiera. De hecho, más bien eran almirantes: los principales accionistas de empresas tamaño ballena y que tienen presencia global como Bimbo y Cemex. Entre los sapos y culebras que le dedicaron tanto a Hacienda como a los diputados, un comentario llamó la atención: que México "ya no está de moda en el mundo". Que los inversionistas que antes hubieran tenido interés en meter su dinero y crear empleos aquí, sencillamente ya ni la piensan. Toda la atención que el mundo le puso a nuestro país cuando se sacó al PRI de Los Pinos, y parecía que se encaminaba a un futuro brillante y promisorio, ya se esfumó
La política odia el vacío, como la naturaleza. Y el hoyote que dejó la intrascendencia e inconsecuencia de México, ha pasado a ser llenado por Brasil, que en tiempos recientes no sólo ha tenido un par de dirigentes realmente notables (Cardozo y Lula), sino que se ha aventado a romper con las viejas ideologías y paradigmas del pasado para catapultar al gigante amazónico a nuevas alturas.
Y no es ocioso referirnos a Brasil, porque es un buen ejemplo de cómo se pueden romper inercias históricas, sobre todo desde una izquierda moderna, pragmática y con sentido común.
En cambio, la clase política mexicana continúa anclada en sus mismos prejuicios y cegueras históricas (e histéricas). El PRI sigue comulgando con la piedra de molino del "nacionalismo revolucionario", que incluye no tocar a Pemex ni con el pétalo de una rosa, aunque se esté convirtiendo en chatarra y sea la única empresa en el mundo que no permite inversión externa. Y ha cambiado tanto que sigue defendiendo a alimañas como Ulises Ruiz y el Góber Precioso. ¡Mira tú, qué brutos, qué modernos! El PAN se la ha pasado dando tumbos entre el pragmatismo y los principios, entre la ineptitud de sus mandos y la corrupción de quienes antes se daban golpes de pecho por las marranadas priistas. En el camino ha quedado la "brega de eternidad" que le daba estatura ética al blanquiazul. Hoy ser panista debe dar vergüenza. Del PRD mejor ni hablemos: víctima de su pasado, sigue pensando y actuando como si éste fuera el México y el mundo de 1950. Y lleva tres años siguiendo a un loquito al despeñadero.
Así pues, no nos extrañe que ya no estemos de moda. ¿Quién querrá invertir en un país que año tras año inventa un Frankenstein fiscal sin pies ni cabeza? ¿Quién creará empleos en un lugar dominado por sindicatos mafiosos e impunes? ¿A quién se le ocurriría jugársela en una nación que lleva 25 años discutiendo reformas que en el resto del mundo ya demostraron su pertinencia
Al parecer, lo único que no pasa de moda es la ceguera, rapacidad, ineptitud y mediocridad de nuestra clase política.