Amables lectores, mientras ayudaba a mi nieto de un año seis meses de edad a tomar pequeños sorbos de un vaso de jugo me quedé reflexionando sobre lo que hizo mi madre por mí cuando yo era apenas un bebé, desde luego que esto no lo puedo recordar, pero estoy seguro que hubo muchas horas que dedicó a mi cuidado mi adorada madre y esto me permitió crecer sanamente y desde luego llegar a la edad adulta. Quien me dio la vida y de cuyo vientre yo nací cerró sus ojos para siempre hace unos días. Ella fue para mí una persona muy importante pues durante mi niñez siempre me motivó para que yo saliera adelante en todo lo que emprendiera, me enseñó muchas cosas y me platicaba sobre ese gran médico que habitó nuestra ciudad por muchos años y que fue el que atendió el parto de ella cuando nací y que fue el Dr. Gonzalo Reyes Gamboa, recuerdo que cuando me enfermaba me llevaba a su consultorio y él diligentemente me atendía. No sé si de ahí me nació el amor por la carrera de medicina pero de lo que sí estoy seguro es que desde niño yo ya pensaba en ser médico, y gracias a Dios y a mi madre quien durante las noches me leía libros cuyos relatos escuchaba con atención pues me hablaba sobre personajes como Madame Curie, Alejandro Dumas y su obra de los 3 Mosqueteros, y principalmente recuerdo que me hablaba sobre la Segunda Guerra Mundial y cómo el nazismo había hecho estragos en gran parte del mundo.
En fin mi madre fue para mí un gran mástil al que yo me aferré pero también fue una piedra angular de mi vida pues muchos seres humanos hemos llegado hasta donde estamos es gracias a nuestros padres. Mi madre siempre veló por todos nosotros y cómo olvidar cuando nos llevaba a misa al templo del Perpetuo Socorro y arreglaba con toda su dedicación a mis hermanas y mi hermano y yo teníamos que ir con nuestros zapatos bien boleados, la ropa limpia y desde luego bien aseados. En misa me traducía algunas frases en latín que mencionaba el sacerdote para que pudiera comprender el significado de lo que se hablaba pero eso sí; no nos permitía que faltáramos al respeto al templo pues nos mantenía callados y atentos y desde luego no podías andar corriendo en los pasillos del mismo.
Cuando llegaba del colegio en las tardes nos ponía hacer la tarea y después nos daba de cenar y otro día muy temprano nos levantaba a bañarnos y como sabía que a mí me gustaba mucho la avena rara vez me faltaba en mi desayuno, y después de eso al colegio pues en esos años ibas mañana y tarde. Al inicio de los cursos me gustaba acompañarla a comprar nuestros útiles escolares y yo me sentía contento de ver todos los cuadernos y libros de inglés que adquiría para todos nosotros y posteriormente le ayudaba a forrarlos con el conocido papel manila en diferentes colores e identificaba a quién pertenecían los cuadernos o libros. En nuestros cumpleaños se esmeraba en tenernos un pastel grande y desde luego unos bien surtidos bolos de dulces y nunca nos faltaba la piñata.
Cuando crecí y por mi propia voluntad ingresé a una escuela secundaria así como preparatoria nocturna, en las noches al llegar a la casa me recibió con tortillas de harina para cenar pues sabía que me gustaban mucho. Siempre me apoyó en todo trabajo que yo emprendía pues como era muy inquieto trabajé en diversidad de cosas, cuando tenía doce años desee ingresar a la Cruz Roja como socorrista y ella me firmó su consentimiento para poder hacerlo aunque desde luego a mí no se me permitía subir a las ambulancias debido a mi corta edad y sólo me permitían participar en las colectas de la benemérita institución y contestar el teléfono así como labores simples pero estar en el cuerpo de socorristas me ayudó a formar mi carácter y desde luego saber enfrentarme a la vida.
Descanse en paz mi madre la Sra. Ma. del Refugio Rizado de Rodríguez y desde aquí agradezco a todas las personas que de alguna manera estuvieron conmigo acompañándome en este trance doloroso de nuestra vida.
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