Nos preparamos como cada año para recibir de nuevo al "Salvador", en la mente de todo mundo está la imagen del merecido descanso tras un año de jornada de trabajo, del encuentro familiar tan esperado a veces por varios meses, en algunos otros casos por varios años; los amigos anhelan reunirse también, convivir, comunicarse y desearse parabienes, los regalos de todo tipo son la manifestación externa más popular de esta celebración, aún la gente más pobre recibe o intercambia presentes.
El hecho fundamental es conmemorar la venida de Nuestro Señor Jesucristo, desde hace casi 2009 años repetimos jubilosos esta celebración. Es por lo tanto una fiesta religiosa, universal, celebrada por lo tanto en todo el orbe, guardada celosamente desde los primeros años de los cristianos y popularizada sobre todo por Giovanni Bernardone o San Francisco de Asís, quien en el año de 1200, al intentar representar el "Nacimiento de Jesús", de acuerdo a la narración de los evangelistas, lo hizo primero con personas de reconocida vida virtuosa en los templos y calles de la antigua Italia y posteriormente por medio de figurillas de madera del Sagrado Misterio, los pastores, los Reyes Magos, etc. colocadas al lado de las chimeneas o en las salas de los hogares para tener una permanencia por varios días en el seno de los fieles cristianos.
Sin embargo la paradoja de nuestro comportamiento social sigue siendo muy grave, en donde todo el mundo espera la venida del Salvador, se le niega la entrada, empezamos por nuestras fiestas y reuniones en donde de todo se platica y se vanaliza y el que menos está presente por el tenor y ambiente de la reunión es Jesús el "Salvador".
Lo hemos sacado de las escuelas y las universidades alegando un laicismo saludable para los educandos y tenemos como resultado estudiantes cada vez más deshumanizados, insensibles a las necesidades del prójimo, con una fuerte tendencia hacia la ambición desmedida, el consumismo y la drogadicción y en muchos lugares con rasgos de violencia mortal, que nos lo cuenten los asesinatos múltiples de las universidades norteamericanas.
Lo sacamos a Jesús, el "Salvador", de los sitios de trabajo y ahora nos preguntamos porque los obreros y profesionistas no aprecian su fuente de labores, porque esa mano de obra tan calificada y estimada de las generaciones anteriores ya no existe, porque hay tanto alcoholismo, desintegración familiar, violencia intergrupal y bandidaje en todas las empresas, sin ningún pudor y honor; porque se manifiestan a favor de líderes que por decenas de años los han explotado, porque prefieren vivir en un sistema ineficiente, injusto para sus conciudadanos con actividades que a todas luces los denigran.
Lo sacamos a Jesús, el "Salvador", de los recintos públicos, y lo peor de nuestra vida pública y de los políticos, quienes incluso lo han negado de acuerdo con el tiempo ideológico que se vive, lo sacamos de los documentos oficiales, de los juramentos civiles y penales y lo único que hemos logrado, ha sido un sistema corrupto y explotador que mantiene al país con casi 30 millones en pobreza extrema, los mayores índices de desempleo en varias décadas y una inseguridad producto de la delincuencia organizada que ha encontrado en nuestra clase política tierra de abono fértil para llegar a las condiciones actuales con las que ya no puede nuestra querida Patria.
Lo hemos sacado a Jesús, el "Salvador", en muchas ocasiones de nuestros propios hogares, ya no hay la oración de la mañana al levantarse, mucho menos el Ángelus del mediodía, la oración de antes de los alimentos para pedir por los que no tienen, la oración al acostarse por las gracias recibidas durante todo un día, prácticamente ya no la practicamos, y después nos quejamos por tener hijos rebeldes, sin valores, sin respeto, en una palabra sin rumbo, sin una guía. No tenemos explicación para su conducta para su pensamiento, para su actuación.
En fin, hemos sacado a Jesús, el "Salvador", de toda nuestra vida personal y social y ciegos no nos damos cuenta que es el factor clave que nos puede unir, integrar, hacer congruente nuestra existencia familiar y comunitaria.
Si queremos recibir a Jesús en esta Navidad, debemos reflexionar seriamente si lo vamos a recibir de verdad, si realmente podemos invitarlo a nuestra vida familiar, a nuestras escuelas formadoras de hombres, a nuestras reuniones, a nuestros acuerdos -"Donde estén dos o más reunidos en mi nombre, ahí estaré yo"-, a nuestra vida pública y social que tanta falta hace en estos tiempos tan críticos que vive el país. Ya se oyen las voces de quienes piensan que se debe de replantear cuanto antes nuestro sistema educativo, debemos de funcionar con estructuras más expeditas y trasparentes en la justicia, mejorar nuestro sistema político, para que tenga mayor representatividad, mayor trasparencia y menos corrupción, para tener como lo merecemos una sociedad generadora de valores, de hombres y mujeres trascendentes; en fin se habla de replantear la República. ¿No será tiempo de invitar a Jesús, Nuestro Señor?