El Señor supo que en el mundo habría ateos, y para que no hubiera tantos inventó el crepúsculo.
Hizo un ademán, y el cielo se cubrió de hermosísimos colores: todas las gamas del azul, desde el oscuro más intenso hasta el suavísimo celeste; el rosa, el naranja, el encendido rojo, el morado, y aun el amarillo y verde. Ningún color dejó de usar aquel supremo artista para poner en el horizonte su crepúsculo.
Adán vio aquello y exclamó arrobado:
-¡Caramba! ¡El Señor acaba de inventar la pintura!
Eva, igualmente extasiada, lo corrigió. Le dijo feliz y contenta:
-No. Acaba de inventar el maquillaje.
¡Hasta mañana!..