Melchor, Gaspar y Baltasar salieron del pesebre y se alejaron en la callada noche de Belén.
Y dijo entonces un pastor:
-He aquí que esos reyes han venido investidos de toda su majestad, y como reyes fueron recibidos.
Oyó María aquello.
-Te equivocas, hermano -le dijo-. Recibimos a esos tres hombres no por ser reyes, sino a pesar de que lo son.
Meditó el pastor las palabras de la madre de Jesús, y supo entonces que en la presencia de Dios no vale más un rey de hombres que un pastor de ovejas.
¡Hasta mañana!...