¿Por qué oscuros caminos viaja el agua? Hay una gotera en el techo de mi casa en el Potrero de Ábrego. Si yo tuviera su terquedad ya habría horadado todas las rocas de este mundo. Años tenemos de combatirla, y ella regresa siempre con la lluvia, y nos dice con su goteo empecinado: “He vuelto. ¿Cómo han estado ustedes?”.
Le pusimos al techo tierra mezclada con ceniza del fogón y de la chimenea. Le pusimos una capa de lodo revuelto con paja y baba de nopal. Le pusimos cemento y cal. Le pusimos impermeabilizantes. Todo. Y volvió la gotera siempre, triunfadora.
Ya no la combatimos. Nos venció. Ponemos bajo ella una tinaja y en la noche la escuchamos caer, y nos dormimos con su arrullo. La gotera me dice que nuestra casa es un hogar, no un cuarto de hotel. Hemos de amar esas imperfecciones, esos ruidos domésticos, queridos: el de la puerta que rechina, o la ventana que golpea, o los antiguos muebles que se quejan de noche, como hablando. Las cosas dicen cosas que no oímos, y cantan canciones ignoradas.
¡Hasta mañana!...