-Si eres un santo, como dicen -desafió el incrédulo a San Virila-, haz un milagro.
-Dime -le preguntó el humilde fraile-. ¿Todos los hombres tienen trabajo en tu país?
-No, -respondió el hombre-. Muchos están sin trabajar.
-¿En todos los hogares se come bien?
-No. La gente pasa hambre.
-¿Escuchan los gobernantes el clamor del pueblo?
-Casi nunca. Están muy por encima de nosotros, e ignoran por eso nuestros sufrimientos.
-Bien -dijo San Virila-. Si te he entendido cabalmente, los hombres no tienen dónde trabajar, las familias pasan hambre y los poderosos son indiferentes a las calamidades que afligen al pueblo. Ahora dime: ¿hay en tu país violencia, guerra civil, revolución?
-No -replicó el hombre-. La gente vive en paz.
-Bueno -concluyó San Virila-. En esa paz está el milagro que pedías.
¡Hasta mañana!..