Cuando se encaminaba a los 100 años de su edad murió la tía Beatriz, hermana menor de mi mamá. Era la última de nuestra sangre en la anterior generación. “Ya nada más tú sobras” -le decía por broma su marido, mi tío Federico.
Tenía la alegría de los Aguirre; llevaba siempre a flor de labio la gracia y la ocurrencia. Su casa fue su mundo; su familia el motivo de su vida. Supo de los quebrantos del vivir, pero jamás perdió su paz interior, ni su serenidad.
De joven fue una bella mujer. Los años la convirtieron en una anciana hermosa. Hablar con ella era una fiesta. Contaba las cosas familiares, y al hacerlo te regalaba el gozo de la risa.
Evocaremos siempre a la tía Beatriz con cariño y gratitud. Su muerte nos hace a todos huérfanos, pues sólo ella quedaba de quienes fueron nuestros padres. Seamos como ella para nuestros hijos.
¡Hasta mañana!..