El Señor hizo al colibrí. Luego, con el barro que le sobró, hizo al elefante.
Contempló Dios al irisado pajarillo; lo vio batir las alas con velocidad de vértigo y perderse por las galerías del aire, o quedar suspendido sobre una flor para beber su aroma y sus colores, y dijo con asombro:
-¡Qué grande es!
Miró luego el Creador al elefante, tan lento, tan pesado, tan sujeto a la saña de los hombres por su tamaño o su marfil, y dijo con piedad:
-¡Qué pequeñito!
La verdad es que Dios es Señor de lo grande y lo pequeño. Por Él se engrandece la humildad, y la magnificencia se hace mínima. En la eterna y continua obra de la creación todos somos al mismo tiempo grandes y pequeños.
¡Hasta mañana!..