Don Abundio y yo estamos en la casa de esta señora viuda que vive cerca del Potrero. De pronto el viejo le dice a la mujer: -Me pregunto, morena, y te pregunto, si alguna vez fuiste mía. -Seguramente no -responde ella sin turbarse-. Si hubiera sido suya se acordaría usted. No soy mujer para olvidar. -Ni yo soy hombre para recordar -contesta el viejo-. Cuando un hombre está con una mujer que no es la suya, la mejor cortesía que le puede guardar es olvidarla. -Lo mismo digo yo -declara la señora-. Antes bien olvidada que mal recordada. Yo escucho alelado esa filosa esgrima con palabras, y pienso que un diálogo así es mejor que el de cualquier literatura. Es diálogo de vida, y la vida supera siempre a la literatura. ¡Hasta mañana!..