El incrédulo le pidió a San Virila que le mostrara algún milagro para poder creer.
San Virila le mostró un niño, un colibrí, una flor y una pareja de enamorados.
-Ésos no son milagros -dijo el hombre con desdén-. Son cosas de todos los días.
-Todos los días son un milagro -replicó el santo-. Milagro es la vida, y milagros todos los seres y las cosas que en el mundo existen. ¿Qué clase de milagro quieres tú?
-Mueve aquella montaña -pidió el hombre-, o haz que el río fluya en dirección contraria.
-Ah, ya entiendo -se sonrió entonces San Virila-. Tú no quieres milagros. Quieres trucos.
¡Hasta mañana!..