El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia.
-Señor -le preguntó con voz de pesadumbre- ¿por qué hay en el mundo tan poca religión?
-Que eso no te inquiete, padre Soárez -lo tranquilizó el Cristo-. Cosas muy malas suceden ahí donde hay demasiada religión. Prefiero que los hombres vivan con poca religión -pueden ser buenos aun sin ella- a que se maten o envilezcan en nombre de la religión.
-Caramba, Señor -se rascó el padre Soárez la cabeza-. A veces no te entiendo.
-Me lo explico -respondió el Señor sonriendo-. Quizá la demasiada religión te ha vuelto un poco ciego. Aparta esa hojarasca de teologías y rituales, y entonces mi mensaje se te aparecerá sencillo y claro. Mi palabra, aunque ustedes la hayan enturbiado, es palabra de amor. Y el verdadero amor nunca es difícil de entender.
¡Hasta mañana!...