El hermano Pascual, cocinero del convento, le dijo lleno de angustia a San Virila:
-¡No tengo con qué hacer la comida!
-Ve al bosque -le dijo el frailecito-. Junto al encino grande encontrarás cebollas, lechugas, zanahorias y otras verduras. Con ellas podrás hacer la sopa.
"En el bosque no crece nada de eso", dudaba el hermanito mientras se dirigía al encino grande. Pero encontró ahí todo lo que le había dicho San Virila. Cuando volvió al convento le dijo, entusiasmado:
-¡Qué gran milagro hiciste hoy!
-No lo hice hoy -contestó San Virila-. Empecé a hacerlo desde hace varios meses. Removí la tierra y puse en ella la semilla. Regué el huerto; protegí con un vallado las pequeñas plantas; quité la mala hierba Ahora tú recogiste la cosecha.
-¡Ah! -se decepcionó el hermano Pascual-. Entonces no fue un milagro.
-Sí lo fue -respondió el santo-. La comida siempre es un milagro.
¡Hasta mañana!..