Me habría gustado conocer a ese condenado a muerte.
Un predicador lo acompañó en el breve camino desde su celda hasta la silla eléctrica donde iba a ser ejecutado. Después de leerle el salmo 23 -"El Señor es mi pastor..."- le preguntó con voz emocionada:
- ¿Puedo hacer algo más por ti, pobre hijo mío?
- Sí, reverendo -contestó el sujeto-. Ahora que voy a morir no quiero sentirme solo. En el momento de la descarga tómeme de la mano, por favor.
Me habría gustado conocer a ese hombre.
Tenía sentido del humor, y lo conservó hasta el último instante de su vida.
Dejó, como último legado, una sonrisa.
¡Hasta mañana!..