Me habría gustado conocer a aquel viejo marinero.
En días de borrasca, cuando no podía salir en su barca a hacer la pesca, se metía en la cantina del puerto, y bebía cerveza tras cerveza. Ahí mismo dormía, en espera de que el tiempo mejorara.
Se aquietaba por fin la tempestad. Salía el sol. Salía también a la puerta el cantinero. Miraba el cielo, ya sin nubes; miraba el mar en calma. Luego decía, pensativo:
-No amaina el temporal.
Y entraba otra vez en la cantina, entre las risas de la gente, para seguir bebiendo.
Me habría gustado conocer a aquel viejo cantinero.
Sabía que a veces los temporales no están fuera, sino dentro.
¡Hasta mañana!..