Tenemos un problema en la huerta llamada Los Coyotes, en el Potrero de Ábrego. Es un bello problema, sin embargo.
He aquí que hicimos una plantación de 400 árboles. Aquí se llama "árbol" al que da duraznos. El duraznero es el árbol por antonomasia. Los demás se llaman nogales, ciruelos o manzanos, pero el árbol que da duraznos es "el árbol".
Sucede que por las madrugadas los venados bajan de la sierra a comer los tiernos brotes de los arbolitos. Don Abundio se enoja, y dice pestes de "esos animales perniciosos que tantos pernicios hacen, licenciado". Yo me levanto tempranito, voy en la camioneta al huerto, la estaciono lejos y camino despacio hasta la huerta. La visión de los venados en la penumbra del amanecer es hermosura que compensa todos los "pernicios" que hacen esas bellísimas criaturas.
Hay una misteriosa trabazón entre todos los seres de la naturaleza. Venados, árboles y yo somos la misma cosa en este instante. Saldrá el sol; los venados se irán y yo volveré a ser el pobre ser que soy. Pero este momento es milagroso, y lo guardo para llevarlo conmigo a la ciudad, y que me dé ese don precioso, la serenidad.
¡Hasta mañana!..