Por la mañana miro muchos rostros tristes, de hombres y mujeres que van en su automóvil, o en el metro o el autobús, con la mirada perdida, hoscos, igual que si fueran a una cárcel.
Creo saber la causa de su expresión sombría. Van al trabajo, y su trabajo no les gusta. Son esclavos, por tanto; galeotes o forzados que por dinero venden parte de su vida.
Jamás he sido bueno para dar consejos -y menos aún para seguirlos-, pero a mis hijos les hice una recomendación: "Procuren ganarse la vida haciendo lo que les gusta. Así nunca tendrán que trabajar".
Yo he trabajado desde que tuve 14 años. Pero jamás he trabajado. Quiero decir que siempre he hecho lo que me gusta. Espero con ansia que amanezca el día para empezar a jugar con mis amigas -dóciles a veces, a veces huidizas- las palabras.
Soy un privilegiado. Porque es muy feo eso de tener que ganarte la vida a costa de tu vida.
¡Hasta mañana!..