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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

San Virila salió de su convento. Iba a la aldea a pedir el pan para los pobres. Con las lluvias de la noche anterior el camino estaba lleno de charcos, y lodoso.

Poco antes de llegar al caserío el frailecito vio a una mujer cuyo carretón había caído en un hoyanco. Inútilmente la pobre se esforzaba en sacarlo de ahí. Empujaba el carromato; excitaba con empeño al caballejo que tiraba de él. Todo inútil. Mientras así batallaba la mujer, seis hombres jóvenes y forzudos la miraban indiferentes, sentados a la orilla del camino.

Llegó San Virila, vio aquello y alzó los brazos al cielo en ademán de súplica. Se abrieron las nubes, bajaron cuatro robustos ángeles y sacaron el carretón de aquel hoyanco.

-¡Milagro! -exclamaron los hombres, boquiabiertos.

-No -los corrigió San Virila-. Milagro habría sido que ustedes hubiesen ayudado a la mujer.

¡Hasta mañana!..

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