Me habría gustado conocer a Eduardo Haedo, ex Presidente de Uruguay.
Cuando dejó el poder se fue a su casa, y la volvió refugio de amigos y enemigos. En ella encontraba asilo gente de todas las ideologías, o que no tenía ninguna. En la mesa de don Eduardo cabían 24 comensales, y estaba siempre llena.
-Nunca hay que dejar a nadie fuera -solía decir-. Siempre se pueden hervir más tallarines.
Escribió el señor Haedo un bello libro sobre el poeta Herrera y Reissig, y se dedicó a pintar al óleo "con variada fortuna".
Una tarde merendaba con su familia. En la mitad de una risa jocunda quedó muerto. Silvina Bullrich escribió su epitafio: "Fue amistad, ternura y tolerancia".
Me habría gustado conocer a Eduardo Haedo. No por haber sido presidente -eso cualquiera puede serlo-, sino por haber sido hombre bueno y tolerante. Eso no cualquiera lo puede ser.
¡Hasta mañana!...