En el pequeño cementerio de Ábrego no reina el silencio, como dicen que reina en los panteones. Aquí se escucha el canto de la aves; aquí se oye el zumbar de las abejas: aquí canta el paisaje su canción.
Ayer oí también estas palabras de una tumba: "Cuando el predicador decía su sermón, sus palabras se entremezclaban con los ruidos de la vida: las voces de los animales; las risas de los niños; los gritos de los hombres. Aquí y ahora no escucho ya la voz de los predicadores: escucho sólo la voz de la naturaleza. Oigo esa voz, y sé que tengo vida eterna".
Eso dice aquella tumba en el pequeño cementerio de Ábrego. Parece lugar de muerte. No lo es. La vida está en el cielo, en la tierra y en todo lugar.
¡Hasta mañana!...