El invierno pasado cortamos aquel álamo hasta la raíz.
Era muy viejo ya; las plagas se habían apoderado de él. Lo quitamos para poner en su lugar un árbol nuevo. Pero el nuevo árbol no prendió: la tierra ahí es muy pobre.
Ayer volví a pasar por el sitio donde estuvo el álamo. En su lugar hay otro álamo, un árbol niño cuyas hojas ponen un verdor tierno sobre la tierra gris. Surgió ese árbol de la raíz del árbol muerto.
Ahora sé que el viejo álamo nunca murió en verdad. De su raíz, oculta bajo la tierra, nació una nueva vida. Veo este árbol recién nacido, y sus hojas son como las de un libro que me dice que en la vida hay semillas de muerte, es cierto, pero que en la muerte late también la promesa de la vida.
¡Hasta mañana!..